jueves, 11 de febrero de 2016

¡Enterado de la caja del agua!

En respuesta a una consulta realizada, la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA, que circunscribe este decir a la isla de Gran Canaria recogiendo además otra variante que dice “Ignorante de la caja del agua”, entiende que «La expresión ¡enterado/ignorante de la caja del agua! es una fórmula de insulto en que el calificativo resulta intensificado mediante una fórmula como la que opera en expresiones del tipo tonto del bote, bobo de baba, loco de atar, etc. En cuanto a la motivación de dicha frase hecha, nada seguro podemos afirmar. Acaso guarde relación con la costumbre, muy arraigada en Las Palmas de Gran Canaria, de servir cajas de agua en los domicilios particulares por parte de ciertas empresas repartidoras».

Parece claro que toda paremia (refrán, proverbio, adagio, sentencia) apunta a un origen popular, que surge de forma espontánea. En el caso de nuestro decir, se aparta de la definición de los dos primeros, refranes y proverbios, construidos normalmente con rima forzada y que trasmiten una moraleja o enseñanza. En todo caso es una sentencia, y para ser más concreto un adagio como fórmula de insulto, como bien dice la Academia. Pero toda paremia, aun teniendo un origen popular se sustenta en la veracidad argumental, que sea comprobable y contrastable, y que nuestro decir pueda guardar relación con la cajas de agua embotellada de reparto a domicilio, pierde toda su intencionalidad por no comprenderse.

A nuestro particular entender, la opinión más generalizada es que guarda relación con las antiguas “cajas de agua de repartimientos”, de las hoy llamadas troneras o cantoneras que reparten el agua de las acequias, junto a las cuales solían construirse o habilitarse “lavaderos” públicos a los que acudían en tiempos pasados nuestras mujeres para lavar su ropa. Unos sostienen que el destinatario de la frase del decir es aquella “mujer lavadora” que llegaba y ocupaba un espacio privilegiado o que entre “lavado y lavado, alegaba de alguien no presente”, convirtiéndose como dice Pancho Guerra en una «ALEGANTINA.- Murmuradora, chismosa, maldiciente, que practica como por oficio lo de poner al prójimo "de caldo y cocina", haciendo una sama de una escama, o cosas semejantes».

Las Lavanderas de Jorge Oramas
Otros apuntan que el destinatario de la frase del decir es “ese enterado” que llegaba de improviso y de forma clandestina bajaba o quitaba la tablilla de la tronera para que entrara más agua a su cercado, y pasado algún tiempo reponerla como si no hubiera pasado nada. Es quizás esta versión por la que más apostemos particularmente por tratarse de un insulto intensificado que se justifica en la desvergüenza del autor del hecho, que no es compartida por ninguna de las "lavadoras" que le observaban, en línea con la histórica pena impuesta en las Ordenanzas del siglo XVI según veremos.
   
La arquitectura del agua en Canarias tiene sus raíces en la cultura islámica, más concretamente del Al Ándalus, que pudo llegar a través de los conquistadores del sur de la península Ibérica, o a través de Madeira, de donde también nos llegó el cultivo de la caña de azúcar y los ingenios azucareros.

Consecuencia del propio repartimiento de tierras y aguas entre conquistadores y financiadores de la conquista, y para regular la distribución al común de las aguas de las “madres” o nacientes, se adoptó de los fueros castellanos la figura de los heredamientos para la posesión y disfrute común de las aguas que era conducida por las acequias reales hasta las proximidades de las tierras de cultivo. A partir de este lugar común, se hacía necesario para su distribución un sistema de medición para su reparto a cada interesado, así como un responsable de su control.

En las Ordenanzas del Cabildo General de 1531 es regulada la figura del “Alcalde de Aguas” que fuera de los mismos herederos y con un mandato por seis meses, quien además de velar por el buen estado de las acequias, estaba obligado a que «… todas las tornas que oviere en cada heredad e la que se pudiere regar con una torna manden que no aya más que aquella e ansi se cumpla e hagan haser sus contra acequyas por de dentro de las heredades por donde puedan regar y rieguen e se escusen las dichas tornas… » y además «… que los alcaldes manden hazer en cada una de las dichas tornas que ansy regaren las dichas heredades de cal la dicha torna con una caxa de madera con su puerta por manera que por ella no se pierda ni salga agua ninguna e pongan término e pena a los señores de las heredades que lo hagan según dicho es e quando no lo hiziere luego…».

Es en esta regulación donde nos aparece, la “torna” y el origen de lo que se llama  la “caja del agua”, término que en esta isla se ha perdido a favor de “arquilla”, “tronera” o “cantonera”, bien porque quedaban a cielo raso, sin cerramiento exterior, o por su construcción con piedra azul de cantería de Arucas o porque en muchos casos adoptan formas caprichosas, distintas de un cubo, para resolver las múltiples salidas de aguas. También destacar de la antigua ordenanza la advertencia que no debe perder ni salir agua ninguna sin control, estableciendo penas.

Los artilugios para medir el agua, las “cantoneras” más evolucionadas en los siglos, son dos estanques de pequeñas dimensiones intercomunicados por el fondo, con los más caprichosos diseños arquitectónicos. La acequia lleva el agua al primero de los pequeños estanques, donde se remansa para pasar al segundo, que es el verdadero distribuidor y medidor del agua a través de las distintas bocas o troneras en sus laterales, donde tablas de madera de diferentes alturas, o las más modernas regletas graduadas, regulan la cantidad de agua que sale durante una hora. Fue el conocimiento público del horario solar lo que motivó a muchas heredades para colocar relojes en los templos parroquiales y en sus propios edificios. Para cerrar una de las salidas se coloca una labrada piedra totalmente ajustada, y así sellar la boca.

Lavadero de la Caja del Agua La Calzada (Fedac)
Las redes de acequias más antiguas conservan aún las “cajas de agua” que siglos después se rehabilitaron y reconstruidas con piedra y argamasa en sustitución de la primitiva madera, casos que encontramos en las acequias que llegan a la ciudad de Las Palmas de GC, como es el caso del Molino del Maipez en Dragonal y los desaparecidos Molino GrandeMolino La Barranquera y Molino Chico ambos en Barranco Seco, tributario del Guiniguada, muy cercanos a la Ciudad, y sin que nos olvidemos del Molino del Batán, harinero reconvertido para el abatanado de los paños para su apelmazado.

En algunas de ellas, el primer pequeño estanque se construía ensanchando la propia acequia a su término, que en ocasiones se habilitaba como “lavadero”. También cuando se aprovechaba la fuerza hidráulica para moler con licencia del heredamiento, el agua de la acequia llenaba el “herido” para generar más fuerza por la presión del agua, y a su salida se construían los dos estanques.

De otros, muchas noticias han quedado para la historia en los protocolos notariales, y como ejemplo, la testamentaría de 8 de abril de 1763, donde el Familiar del Santo Oficio de la Inquisición Juan González Travieso y Ana Suárez Fleitas, dicen poseer «Molino harinero con máquina de agua denominado de “Padilla” en el Barranco Guiniguada con dos estancias para la máquina y habitación del molinero» y «Molino harinero con máquina de agua denominado “Caja del Agua del Repartimiento” en dicho Barranco con dos estancias», propiedades que desvinculadas pasaron a sus sucesores el 27 de mayo de 1864.

De estas antiguas definiciones sobre la arquitectura del agua, algunos de los lugares con lavaderos eran conocidos popularmente como la “Caja del Agua”, como epónimos de los casos ya comentados, y así se convierten en el contexto y lugar donde nuestro decir nace de forma espontánea. 

1 comentario:

  1. Pues yo pensaba que la expresión venía porque hasta hace pocos años, en la puerta de los bares de prácticamente todos los pueblos de Canarias, siempre había una persona sentada en una caja de agua puesta del revés a modo de taburete y esa persona normalmente siempre era un enterado que sabía y opinaba de cualquier tema que se hablara en el bar y se solía saber la vida de todos los habitantes de dicho pueblo y de ahí pensaba que acabó surgiendo dicha expresión

    ResponderEliminar