En respuesta a una consulta realizada, la ACADEMIA CANARIA DE
LA LENGUA, que circunscribe este decir a la isla de Gran Canaria recogiendo además
otra variante que dice “Ignorante de la
caja del agua”, entiende que «La
expresión ¡enterado/ignorante de la caja del agua! es una fórmula de insulto en
que el calificativo resulta intensificado mediante una fórmula como la que
opera en expresiones del tipo tonto del bote, bobo de baba, loco de atar, etc.
En cuanto a la motivación de dicha frase hecha, nada seguro podemos afirmar.
Acaso guarde relación con la costumbre, muy arraigada en Las Palmas de Gran
Canaria, de servir cajas de agua en los domicilios particulares por parte de
ciertas empresas repartidoras».
Parece claro que toda paremia (refrán, proverbio, adagio,
sentencia) apunta a un origen popular, que surge de forma espontánea. En el caso
de nuestro decir, se aparta de la
definición de los dos primeros, refranes y proverbios, construidos normalmente
con rima forzada y que trasmiten una moraleja o enseñanza. En todo caso es una
sentencia, y para ser más concreto un adagio como fórmula de insulto, como bien
dice la Academia. Pero toda paremia, aun teniendo un origen popular se sustenta
en la veracidad argumental, que sea comprobable y contrastable, y que nuestro decir pueda guardar relación con la cajas de agua embotellada de reparto a
domicilio, pierde toda su intencionalidad por no comprenderse.
A nuestro particular entender, la opinión más generalizada es
que guarda relación con las antiguas “cajas
de agua de repartimientos”, de las hoy llamadas troneras o cantoneras que
reparten el agua de las acequias, junto a las cuales solían construirse o
habilitarse “lavaderos” públicos a
los que acudían en tiempos pasados nuestras mujeres para lavar su ropa. Unos
sostienen que el destinatario de la frase del decir
es aquella “mujer lavadora” que
llegaba y ocupaba un espacio privilegiado o que entre “lavado y lavado, alegaba de alguien no presente”, convirtiéndose
como dice Pancho Guerra en una «ALEGANTINA.-
Murmuradora, chismosa, maldiciente, que practica como por oficio lo de poner al
prójimo "de caldo y cocina", haciendo una sama de una escama, o cosas
semejantes».
Las Lavanderas de Jorge Oramas |
La arquitectura del agua en Canarias tiene sus raíces en la
cultura islámica, más concretamente del Al Ándalus, que pudo llegar a través de
los conquistadores del sur de la península Ibérica, o a través de Madeira, de
donde también nos llegó el cultivo de la caña de azúcar y los ingenios
azucareros.
Consecuencia del propio repartimiento de tierras y aguas
entre conquistadores y financiadores de la conquista, y para regular la
distribución al común de las aguas de las “madres”
o nacientes, se adoptó de los fueros castellanos la figura de los heredamientos
para la posesión y disfrute común de las aguas que era conducida por las
acequias reales hasta las proximidades de las tierras de cultivo. A partir de
este lugar común, se hacía necesario para su distribución un sistema de
medición para su reparto a cada interesado, así como un responsable de su
control.
En las Ordenanzas del Cabildo General de 1531 es regulada la
figura del “Alcalde de Aguas” que
fuera de los mismos herederos y con un mandato por seis meses, quien además de
velar por el buen estado de las acequias, estaba obligado a que «… todas las tornas que oviere en cada
heredad e la que se pudiere regar con una torna manden que no aya más que
aquella e ansi se cumpla e hagan haser sus contra acequyas por de dentro de las
heredades por donde puedan regar y rieguen e se escusen las dichas tornas… » y
además «… que los alcaldes manden hazer
en cada una de las dichas tornas que ansy regaren las dichas heredades de cal
la dicha torna con una caxa de madera
con su puerta por manera que por ella no se pierda ni salga agua ninguna e
pongan término e pena a los señores de las heredades que lo hagan según dicho
es e quando no lo hiziere luego…».
Es en esta regulación donde nos aparece, la “torna” y el origen de lo que se
llama la “caja del agua”, término que en esta isla se ha perdido a favor de “arquilla”, “tronera”
o “cantonera”, bien porque quedaban a
cielo raso, sin cerramiento exterior, o por su construcción con piedra azul de
cantería de Arucas o porque en muchos casos adoptan formas caprichosas,
distintas de un cubo, para resolver las múltiples salidas de aguas. También
destacar de la antigua ordenanza la advertencia que no debe perder ni salir
agua ninguna sin control, estableciendo penas.
Los artilugios para medir el agua, las “cantoneras” más evolucionadas en los siglos, son dos estanques de pequeñas
dimensiones intercomunicados por el fondo, con los más caprichosos diseños arquitectónicos.
La acequia lleva el agua al primero de los pequeños estanques, donde se remansa
para pasar al segundo, que es el verdadero distribuidor y medidor del agua a
través de las distintas bocas o troneras en sus laterales, donde tablas de
madera de diferentes alturas, o las más modernas regletas graduadas, regulan la
cantidad de agua que sale durante una hora. Fue el conocimiento público del horario solar lo que motivó a muchas heredades para colocar relojes en los templos
parroquiales y en sus propios edificios. Para cerrar una de las salidas se
coloca una labrada piedra totalmente ajustada, y así sellar la boca.
Lavadero de la Caja del Agua La Calzada (Fedac) |
En algunas de ellas, el primer pequeño estanque se construía ensanchando
la propia acequia a su término, que en ocasiones se habilitaba como “lavadero”. También cuando se
aprovechaba la fuerza hidráulica para moler con licencia del heredamiento, el
agua de la acequia llenaba el “herido”
para generar más fuerza por la presión del agua, y a su salida se construían
los dos estanques.
De otros, muchas noticias han quedado para la historia en los
protocolos notariales, y como ejemplo, la testamentaría de 8 de abril de 1763, donde
el Familiar del Santo Oficio de la Inquisición Juan González Travieso y Ana
Suárez Fleitas, dicen poseer «Molino
harinero con máquina de agua denominado de “Padilla” en el Barranco Guiniguada
con dos estancias para la máquina y habitación del molinero» y «Molino harinero con máquina de agua
denominado “Caja del Agua del Repartimiento” en dicho Barranco con dos
estancias», propiedades que desvinculadas pasaron a sus sucesores el 27 de
mayo de 1864.
De estas antiguas definiciones sobre la arquitectura del agua, algunos de los lugares con lavaderos eran conocidos popularmente como la “Caja del Agua”, como epónimos de los casos ya comentados, y así se convierten en el contexto y lugar donde nuestro decir nace de forma espontánea.
De estas antiguas definiciones sobre la arquitectura del agua, algunos de los lugares con lavaderos eran conocidos popularmente como la “Caja del Agua”, como epónimos de los casos ya comentados, y así se convierten en el contexto y lugar donde nuestro decir nace de forma espontánea.
Pues yo pensaba que la expresión venía porque hasta hace pocos años, en la puerta de los bares de prácticamente todos los pueblos de Canarias, siempre había una persona sentada en una caja de agua puesta del revés a modo de taburete y esa persona normalmente siempre era un enterado que sabía y opinaba de cualquier tema que se hablara en el bar y se solía saber la vida de todos los habitantes de dicho pueblo y de ahí pensaba que acabó surgiendo dicha expresión
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