viernes, 21 de marzo de 2014

Me voy a dar un margullo




Cuando en estas islas decimos de "margullar" y "margullos", preferentemente nos estamos refiriendo a meternos bajo el agua del mar, para unos como expertos nadadores, y para otros sumergirnos lanzándonos en este gran charco azul que nos rodea aguantando la respiración. Aquello que de Cádiz "p'arriba" llaman tan finamente una "inmersión", igual que oímos en las películas de submarinos, en nuestro léxico, en nuestro habla es  un "margullo".

Algunos sostienen que fue la práctica del "margullo" para recuperar las piedras de cal que caían de la barca al agua en la playa de la Carnada de Los Cristianos del entonces joven Jesús Domínguez Martín (1927-2003), -apodado por su tía Maria Flora "El Grillo" porque insistentemente raspaba su puerta con una cuchara (marcosbritom.blogspot.com)-, la que propició su participación en las olimpiadas de Londres, siendo 29 veces campeón de España individual y 48 en pruebas por equipos. Su vida deportiva se inició tarde, cuando cumpliendo el servicio militar en 1947 participa en los Campeonatos Nacionales de Natación celebrados en Las Palmas y al año siguiente acudir a la olimpiada. Se contaba que con su largo y rápido "margullo" en la meta de salida sacaba bastante ventaja sobre los otros participantes en la prueba; más tarde demostró con creces que la potencia de su brazos lo era a lo largo de toda la piscina.

Nos aporta el diccionario de canarismos de la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA del verbo "margullar" o "margullir", del que procede su acción "margullo", dos acepciones «1. v. Nadar debajo del agua. Se tiraron a la piscina a ver quién aguantaba más tiempo margullando. 2. v. Meter bajo tierra un sarmiento largo sin separarlo del tronco, dejando fuera el extremo, para que la parte enterrada eche raíces y forme una nueva planta, acodar».

En cuanto al origen del canarismo nos lo aporta también la misma ACADEMIA en su respuesta a una consulta realizada que dice: «En el español de Canarias existen varias voces pertenecientes a la familia de palabras margull- (entre ellas, margullar o margullir, margullida, margullo, margullón). Proceden del portugués mergulhar, hundir en el agua o, por extensión, enterrar un sarmiento o vástago de la vid (C. Figueiredo, Novo Diccionário da Língua Portuguesa, s. v. mergulhar). Algunas de estas voces se usan también en Andalucía, Extremadura y ciertos países americanos».

Retrocediendo en la bibliografía encontramos más recientemente el amplio estudio José Pérez Vidal (Los portugueses en Canarias. Portuguesismos, 1995) quien avanza que es el "margullo" del sarmiento de la segunda acepción, la que pudo dar origen a la primera acepción por nuestra propia condición de isleños. Para entenderlo es suficiente aclarar el llamado "margullo" es el acodo de una planta, método que estimula al tallo a la producción de raíces, formando una nueva planta a partir de la planta "madre" a la que se le hace en su tallo un corte oblicuo a la altura de la unión de la hoja que es sepultado en la tierra, de donde brotará la nueva planta.

Un siglo antes, Agustín Millares Cubas recogía en el Léxico de Gran Canaria el término «MARGULLIR.- Verbo que nos parece de abolengo lusitano y que significa sumergirse, permanecer un rato entre dos aguas. En horticultura, margullir es enterrar la rama de una planta para que germine y nazca otra, distante del tronco primitivo».

En el tiempo entre ambos autores, Pancho Guerra incluye «MARGULLAR.- Nadar manteniendo el resuello debajo del agua. Es designación casi exclusiva del castellano "bucear"», donde hemos destacado en negrita de su definición eso de "manteniendo el resuello" que nos acerca a esa expresión o locución coloquial del sentido de nuestro decir.

Coloquialmente surge cuando alguien, que no está precisamente a la orilla del mar, se encuentra descontento o desconfiado con algo que se dice o se hace que no le agrada, la típica frase evasiva es manifestar "Me voy a dar un margullo", en el significado que el DRAE nos aporta para el verbo reflexivo "evadirse" en su quinta acepción "Desentenderse de cualquier preocupación o inquietud".

Siguiendo con la información que nos aporta Pancho Guerra, vemos que del canarismo RESUELLO nos cuenta «Respiración. (Es castellano, pero muy usado en Gran Canaria. "¡Mira que te quito el resuello!"), término que nos lo localiza en la orilla del mar cuando nos habla del canarismo DESAGALLADO y nos dice que es «Ansioso, anhelante, desatentado por lograr un deseo o satisfacer un apetito. (Es sinónimo del "desalado" castellano, que Corominas da como derivado de "hálito" = aliento, respiración, "resuello" y "huelgo" en italiano. El des-agallado está como el pez en la orilla: palpitante, estremecido, faltándole el aire.)».

Pero quien más nos acerca a la verdadera acción de "evadirse", en el sentido que entendemos como "perderse" o "pirarse", del "mandarse a mudar", es el abogado José Mesa y López, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria cuando en septiembre de 1923 tiene lugar el pronunciamiento del General Primo de Rivera, que daría paso a una dictadura de carácter ultraconservador revocando la Constitución y prohibiendo los partidos políticos. Escribe Mesa y López una carta al entonces líder del leonista Partido Liberal Canario, el ministro Leopoldo Matos, manifestando preocupado e inquieto su intención de desentenderse y dice «... estos son instantes de margullo para los que formamos, y a mucha honra, en los antiguos partidos...».

viernes, 14 de marzo de 2014

Póngame un pizco y enyesque




Posiblemente estemos ante dos de los canarismos que más perseveran en nuestro hablar coloquial, y probablemente porque ambos, individualmente o juntos, siempre han guardado estrecha relación con los ratos de ocio, descanso, reposo, holganza, inactividad, desocupación, quietud, vacación, permiso, y un largo etcétera de sinónimos que describen por diferentes causas y razones esos momentos que preferentemente se compartían con otros vecinos en aquellas tiendas de "aceite y vinagre".

De "aceite" porque era la parte donde se compraban los ultramarinos que llegaban a las islas, y de "vinagre", porque era el reservado en la parte de allá, donde siempre hubo alguien aburrido que se echaba más de un "pizco" y terminaba "avinagrado".

Generalmente era habitual ese momento distendido después de una dura jornada desde que nace el sol hasta que se pone, con el único sustento del almuerzo en la "talega" para obtener una "jornal", y de camino a casa, pararse en la tienda de la esquina, saludar a los vecinos y entonar el  "Póngame un pizco y enyesque que me lo tengo bien ganao". Es esta la versión que más ha empujado para que la locución se mantenga viva en el lenguaje coloquial de hoy.

El "pizco" nos lo describe con profusión de detalles Pancho Guerra, y así recoge también distintos derivados del mismo:

PIZCO (Pisco).- No es "pellizco", como en castellano, sino una pequeñita cantidad de algo, líquido o sólido: un "pizco" de queso, un "pizco" de café, y por antonomasia un "pizco" de ron. Con decir "échame un pisco", ya se sabe que es un vasito de ron. Un "pizco de tierra" es una pequeña finca.

PIZQUEAR (Pisquiar).- Pellizcar o picar comida diversa, aquí y allá. (Se pizquea en la cocina y por la calle, a saltos de gato. También se dice "brincar" -derivado de "brisca", juego de cartas-. Es no hacer una comida seria y formal, sino tomar un poco de cada cosa de comida, casi siempre a destiempo. Por extensión se dice del que mocea o enamora sin tino fijo, a todas un poco, floreando, sin detenerse en una fija. Comer fuera de horas pequeñas cantidades de varias cosas. Picar esto y aquello fuera de las comidas.

PIZQUEJO.- Copa de vino o de ron. PIZQUITO( Pisquito).-Pequeña cantidad de cosas, o de tiempo. (Cuando el honesto marido isleño va de visita, coge su apoyito y lo sobrelleva, disimulando las cabezadas; la mujer, entusiasmada en un cotilleo, no se quiere ir; a él se le pegan unas fatigas y apremia a la consorte: "Espérate un pisquito más, hombre", ruega ella con implorante dengue). Pequeño triunfo en el juego del envite. Copa de ron, café, etc.

Por antonomasia, cualquier referencia al "pizco" o "pisco" con el seseo canario, se acerca más a la segunda acepción que recoge el diccionario de la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA «2. m. Or.  Copa de bebida alcohólica. 'Iba con los amigos a echarse unos pizcos'», si bien hemos de considerar el significado más generalista de la primera acepción «1. m. Porción mínima de cualquier cosa material, nocional, temporal, espacial, etc. 'Con un café con leche y un pizco de pan tuvo que aguantar todo el día'».

Es esta última la que parece acercarse a otras variaciones fonéticas, como lo son "fisco" y "cisco", con sus diminutivos "fisquito" y "cisquito", todos al uso en distintas islas, y con paralelas definiciones en el diccionario de canarismos:

«fisco. 1. m. Pequeña cantidad de algo. 'Apenas desayuna un fisco de pan con queso'».

«cisco. 1. m. Pequeño fragmento de cualquier materia. 'Al soplar el polvo, le cayó un cisco en el ojo'. 2. m. Tf y LP.  Hojas, ramas, cortezas secas y otros despojos de las plantas. 'Fue al monte a buscar una carga de cisco para hacerles la cama a las vacas'.

Parece que hay una general coincidencia entre los filólogos que los tres términos pudieron tener un mismo origen que pudo estar en "fisco", voz  que según las investigaciones del profesor Manuel Alvar Ezquerra que estudió las hablas de las islas, apunta como "moneda de poco valor", "cosa de poca importancia", "pedazo pequeño" (El español hablado en Tenerife, Madrid, 1959).

El DRAE recoge en su entrada de «pizco (De pizcar) 1. m. Porción mínima que se toma de algo. 2. m. coloq. repizco», significado algo distinto del canarismo que no considera de la dependencia de "tomarse de algo".

El decir estaría vacío si no se asociara al "pizco" la voz de "enyesque", pues como mejor se saborea cualquier copa de bebida alcohólica es acompañada con algo que así llamamos y que el diccionario de la repetida ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA recoge que es una «Pequeña porción de un alimento que se sirve como acompañamiento de bebidas. 'De enyesque no había sino unos platitos de queso, aceitunas y almendras'».

Pancho Guerra concreta más su uso cuando recoge «Enyesque.- Tapa, entremés, a base de hígado frito, chorizo, carajaca, etc., propio para acompañar al trago de ron o coñac».

En cuanto al posible origen de la voz, es el desaparecido tirajanero Vicente Sánchez Araña, investigador meticuloso y entusiasta de todo lo canario, quien en su libro editado en 1993, bajo el título de Cocina canaria, y en el que incluía más de cuatrocientas recetas de "enyesques, condutos y guanijais", apuntaba que era una corrupción de la palabra "yesca", que según el DRAE es coloquialmente en su 4ª acepción «Cosa que excita la gana de beber, y, con singularidad, de beber vino».

Etimológicamente Joan Coromines, datando la voz en 1280, recoge su procedencia del latín «ESCA 'alimento', que en la baja época toma el sentido de 'yesca', s. IV, propte. 'alimento del fuego'».

Considerando que el prefijo "en-" (Del lat. in-), muy al uso en el léxico de las islas, y que según el DRAE «Toma la forma em- ante 'b' o 'p'. Frecuentemente forma verbos y adjetivos parasintéticos», etimológicamente que se forma  de vocablos en que intervienen la composición y la derivación, como son los canarismos embicar, embolsillarse, emborregarse, embujearse, emburullar, empalabrarse, empancharse, empadelarse, empelechado, empenicarse, encloquillado, enchaparse, endrogado, enjillado, enlatada, enmajanarse, enralada, ensurronarse, etc., no parece ofrecer dudas que a la arribada de la palabra "yesca" a las islas, se le añadiera este prefijo que terminara por construir el canarismo "enyesque".

lunes, 10 de marzo de 2014

Llegó desalado




Es quizás una de esas expresiones que más perdura en el léxico canario, muy posiblemente por corresponder al entorno afectivo de padres a hijos infantes, de cuando empiezan a caminar y conocen los miedos que les permitirán progresivamente adaptarse como seres humanos ante los peligros potenciales. Es así como los niños irán desarrollando su sentido de supervivencia, a las oscuridades, a ciertos animales, etc., hasta tanto de forma pausada vayan dominándolos mientras van creciendo.

De ahí que cuando el niño de forma casual recibe un fuerte susto por algo que aún no conoce, aparecerá el miedo, y la madre canaria exclamará "Se quedó desalado", expresión coloquial de la que también puede ser sujeto un adulto cuando acontece algo no previsto y le traslada inseguridad. Estas situaciones o sensaciones en adultos las usa Pancho Guerra en Las Memorias de Pepe Monagas:

«Pero alguien corrió a la Portadilla y le fué con el cuento a Gutiérrez. Este se tiró del catre desalado, vistiéndose con tal desatiento, que se puso los calzones al revés: la bragueta en popa. Lo que luego le costo un susto cuando lo aflojó el miedo, y al acudir a la lantrera franquicia no entendía el trastrueque, Mientras le avisaron, se vistió y vino, llegó la volada del asalto a San Agustín, donde mi padre estaba de servicio».

El diccionario de canarismos de la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA la recoge con el siguiente significado: «desalar. 1. v. Lz, Fv, GC y Go.  En relación sobre todo con los niños, quedar casi sin aliento por una fuerte impresión o por llorar mucho. U. m. c. prnl. 'Cuando el niño se vio solo, casi se desala'». Pancho Guerra ya recogía en su léxico que «Desalado significa también asustado. "Un niño llegó desalado", lleno de miedo».

En cuanto a su origen, poco se ha aportado, si bien pudiera guardar relación con el verbo reflexivo "desalarse" recogido por el DRAE, con procedencia etimológica del latín "exhalāre, anhelar", con dos acepciones «1. prnl. Andar o correr con suma aceleración. 2. prnl. Sentir vehemente anhelo por conseguir algo», donde la primera acepción podría ser la acción siguiente al fuerte miedo producido por el entendido en las islas.

También  Pancho Guerra nos aporta como significado principal, aquél que dio nombre al sombrero típico conejero, si bien otros similares eran utilizados para distintas faenas en otras islas, y que no parece guardar relación con la expresión de nuestro decir: «DESALAR.- Bajar las alas al sombrero para conseguir más sombra en la cabeza. (En 'cachorra' se cita este cantarcillo de isas o folías: "¿Para qué quiere el pastor-cachorrillo desalado? - Para cuidar su ganado - y que no lo queme el sol".

Desalado, ya de antemano y en absoluto, es un curioso sombrerito de palma, adornado por una cinta ancha y negra, que usan los campesinos y marineros de Lanzarote, y cuyas alas, casi una prolongación de la copa, se ciñen al cogote y las orejas, procurando así una cerrada defensa, no ya sólo contra el solanar perenne de la Isla, sino también contra el aliento cálido que suele soplar de la parte de Africa y que llega cargado de sutiles arenillas.

En Gran Canaria las cochinilleras, las apañadoras de almendras y otros frutos, las lavanderas, etc., usan el clásico de alas anchas y naturalmente enroscadas, al que ellas bajan las alas, desalándolo. Se trata de evitar el moreno, un color de moderno prestigio, un color que podría originar confusión con mezclas antiguas de sangre negra. Este cierto prejuicio, en juego principal junto al de la coquetería y al de la salud, y que nacería al calor de la presencia de esclavos coloniales cruzados con la población insular más por detrás que por delante de la Iglesia, resulta corroborado por la embelesada ponderación popular de los niños muy blancos. La vecina que da noticia de su hijo o de su nieto, exclamaría, privada: " iSi viera qué blanquito es! ¡Como la leche, queria".

Como se ve, desalar guarda una cierta relación con el sentido castellano de la misma voz: "Quitar las alas". Al sombrero desalado no le han quitado en rigor aquéllas, pero casi sí, al enmendarlas, bajándolas».

La fotografía inferior corresponde a una integrante de la Agrupación Folclórica "Malpaís de la Corona" luciendo el "desalado", que fue pintado por Luis Dávila en 1881 y atribuyera a la "mujer de la costa", distinguiéndolo del más achatado con ala más grande de la "mujer campesina", según recoge en su blog Manuel Acosta González "El Sastre"

jueves, 6 de marzo de 2014

Es un rabuja




Se trata de una expresión coloquial al uso en la actualidad en ocasiones cuando se trata de resaltar la menudencia de un niño cuando realiza acciones que no son propias de su edad, destacando con este canarismo cariñosamente su escaso tamaño. Tiempos atrás era utilizada con otras acepciones coincidentes en el denominador común de lo pequeño y débil.

En la actualidad el diccionario la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA recoge las siguientes:
1. f. Cierta enfermedad que afecta a animales como perros y gatos, que los debilita y les produce peladuras y llagas en la piel. 'Les daba asco tocarlo porque tenía rabuja'. 
2. com. Persona de poca estatura. Se aplica especialmente a los niños. 'Me llamó la atención que aquel rabuja tuviera tanta fuerza'.
3. Tf.  Debilidad y endeblez propias de la infancia.
4. LP.  Cosa pequeña, sobrante, de poco valor.
5. LP.  Borrachera.
Entendamos de como se ha llegado a esta expresión desde sus primeras referencias, como nos las documenta sin llegar a determinar su origen Agustín Millares Cubas como sigue: «RABUJA.- En los perros y en los gatos, la "rabuja" es una enfermedad de la piel, cuyo nombre técnico desconocemos, que imprime en el pobre animal un sello de tristeza y abatimiento. 'No cojas al gato, que está rabujiento'.
Igual calificativo se aplica al individuo de nuestra especie, depauperado por la enfermedad, sobre todo por la que radica en la piel y produce en los demás la natural repugnancia».

También la incluye Pancho Guerra, quien tampoco aventura de su origen, pero sí de ser sinónimo de "borrachera": «RABUJA.- Enfermedad de animales, especialmente de gatos y perros, a los que despelecha y enteca.  Persona de pequeña estatura, insignificante; chiquillo u hombre menudo. Se dice también de una buena borrachera: "Lo vi de madrugada saliendo de un cafetín; llevaba una rabuja con más tumba que un correillo"».

Hemos podido averiguar que esta palabra es de origen galaico, por lo que engrosaría la larga nómina de voces de nuestro léxico con origen galaico-lusitanas, y así nos lo acreditan dos diccionarios gallego-castellano del siglo XIX.

La encontramos en el de Francisco Javier Rodríguez (1863) quien recoge: «RABUJA 1. Enfermedad, especie de sarna que aparece en la punta del rabo de los gatos, que se parece proviene de miseria más bien, porque he visto gatos hermosos y bien rabudos, por cuya razon creo es una necedad y crueldad mutilarles una parte que no debió darles inútilmente la naturaleza. En port. rabuxen». También la recoge en el suyo Marcial Valladares Núñez (1884) con muy similar significado: «RABUJA:  Especie de sarna que aparece en la punta del rabo de los Gatos»

Por las descripciones que se dan de la enfermedad en perros y gatos, consultados diferentes manuales de veterinaria creemos pueda tratarse de la hoy conocida como Dermatofitosis de la que ahora se sabe que es producida por un hongo que vive en la superficie de la piel y en sus folículos, que se alimenta de pelo y tejido de la piel, produciendo la rotura de los pelos en la línea de la piel, formando espacios pelados y redondos, que acaban multiplicándose y transformándose en llagas por todo el cuerpo del animal, pudiendo contagiar a los humanos.

Antiguamente se creía que esta enfermedad era ocasionada por un gusano que se enrollaba en el tejido debajo de la piel. Entendemos que la práctica imposibilidad de ver al imaginario "gusano", debió reducir a la mínima expresión el tamaño del mismo, cuestión que en sentido figurado se trasladó a todo aquello que se entendía pequeño, de poco tamaño.

También el "sello de tristeza y abatimiento" del pobre animal que se trasmite al "depauperado" ser humano debió reflejar el estado de ánimo de algunas pequeñas "borracheras", que provocaban el tambaleo del protagonista, conjeturas que explicarían las distintas acepciones que se dan a la palabra "rabuja", considerando además el derivado que nos incluye Pancho Guerra:

«RABUJIENTO.- Persona desmedrada, enfermiza o miserable. Persona mal empelada, de físico pobre. De color amarillento, con menos carne que una jiñera».

Nos lo pinta muy bien en Las Memorias de Pepe Monagas estableciendo el paralelismo del sentido figurado: «Anduvo después como esos perros perdidos de los pastores que tuercen la ley y el camino al embullo de un celo, y que alcanzan, sobre el hambre, pedradas, variscazos y hasta, de caer en manos de muchachos, belmontina en el trasero o gangarros al rabo. Y lo mismo que uno de esos perros, rabujienta la pelambre, la cola desmayada y el aire soturno, volvió al pueblo así como al cabo de dos meses. Se le había espantado la risa y traía los ojos fijos y duros, igual que piedras».

Es destacable que esta expresión "rabuja" es usada por nuestro ilustre Benito Pérez Galdós para referir menospreciando despectivamente a un personaje femenino en su primera novela histórica La Fontana de Oro (1870), obra en la que se mezcla la historia real de la política española del último cuarto del XIX con la ficción de una contrariada trama romántica de un orador liberal (Lázaro) con la protegida (Clara) de un defensor de la monarquía absolutista (Elías Orejón, alias Coletilla), en el escenario del intento de instauración absolutista y asesinato de los dirigentes liberales. 

Tomando el nombre de uno de los tantos cafés de tertulias políticas de Madrid, la obra se desarrolla entre 1820 y 1823, momento del triunfo del liberalismo y la vuelta a la tiranía monárquica, utilizando en los diálogos el lenguaje coloquial y costumbrista que caracterizará su profusa obra.

Valga como ilustración esa bonita imagen de la AA.VV. de San Cristóbal en la que muchos pequeños rabujas juegan en su inocencia a las guerras de mayores que tanta miseria repartieron.