Se
trata de una expresión coloquial al uso en la actualidad en ocasiones cuando se
trata de resaltar la menudencia de un niño cuando realiza acciones que no son
propias de su edad, destacando con este canarismo cariñosamente su escaso
tamaño. Tiempos atrás era utilizada con otras acepciones coincidentes en el
denominador común de lo pequeño y débil.
En
la actualidad el diccionario la ACADEMIA
CANARIA DE LA LENGUA recoge las siguientes:
1. f. Cierta enfermedad que afecta a
animales como perros y gatos, que los debilita y les produce peladuras y llagas
en la piel. 'Les daba asco tocarlo porque tenía rabuja'.
2. com. Persona de poca estatura. Se
aplica especialmente a los niños. 'Me llamó la atención que aquel rabuja
tuviera tanta fuerza'.
3. Tf.
Debilidad y endeblez propias de la infancia.
4. LP.
Cosa pequeña, sobrante, de poco valor.
5. LP.
Borrachera.
Entendamos
de como se ha llegado a esta expresión desde sus primeras referencias, como nos
las documenta sin llegar a determinar su origen Agustín Millares Cubas como
sigue: «RABUJA.- En los perros y en los gatos, la "rabuja" es una enfermedad de la piel, cuyo nombre
técnico desconocemos, que imprime en el pobre animal un sello de tristeza y
abatimiento. 'No cojas al gato, que está rabujiento'.
Igual calificativo se aplica al
individuo de nuestra especie, depauperado por la enfermedad, sobre todo por la
que radica en la piel y produce en los demás la natural repugnancia».
También
la incluye Pancho Guerra, quien tampoco aventura de su origen, pero sí de ser
sinónimo de "borrachera": «RABUJA.- Enfermedad de animales,
especialmente de gatos y perros, a los que despelecha y enteca. Persona de pequeña estatura, insignificante;
chiquillo u hombre menudo. Se dice también de una buena borrachera: "Lo vi
de madrugada saliendo de un cafetín; llevaba una rabuja con más tumba que un
correillo"».
Hemos
podido averiguar que esta palabra es de origen galaico, por lo que engrosaría la
larga nómina de voces de nuestro léxico con origen galaico-lusitanas, y así nos
lo acreditan dos diccionarios gallego-castellano del siglo XIX.
La encontramos
en el de Francisco Javier Rodríguez (1863) quien recoge: «RABUJA 1. Enfermedad,
especie de sarna que aparece en la punta del rabo de los gatos, que se parece
proviene de miseria más bien, porque he visto gatos hermosos y bien rabudos,
por cuya razon creo es una necedad y crueldad mutilarles una parte que no debió
darles inútilmente la naturaleza. En port. rabuxen». También
la recoge en el suyo Marcial Valladares Núñez (1884) con muy similar
significado: «RABUJA: Especie de sarna que
aparece en la punta del rabo de los Gatos»
Por
las descripciones que se dan de la enfermedad en perros y gatos, consultados
diferentes manuales de veterinaria creemos pueda tratarse de la hoy conocida como
Dermatofitosis de la que ahora se
sabe que es producida por un hongo que vive en la superficie de la piel y en
sus folículos, que se alimenta de pelo y tejido de la piel, produciendo la
rotura de los pelos en la línea de la piel, formando espacios pelados y
redondos, que acaban multiplicándose y transformándose en llagas por todo el
cuerpo del animal, pudiendo contagiar a los humanos.
Antiguamente
se creía que esta enfermedad era ocasionada por un gusano que se enrollaba en el tejido debajo de la piel.
Entendemos que la práctica imposibilidad de ver al imaginario "gusano", debió reducir a la
mínima expresión el tamaño del mismo, cuestión que en sentido figurado se
trasladó a todo aquello que se entendía pequeño, de poco tamaño.
También
el "sello de tristeza y abatimiento"
del pobre animal que se trasmite al "depauperado" ser humano debió reflejar el estado de ánimo de
algunas pequeñas "borracheras",
que provocaban el tambaleo del protagonista, conjeturas que explicarían las
distintas acepciones que se dan a la palabra "rabuja",
considerando además el derivado que nos incluye Pancho Guerra:
«RABUJIENTO.-
Persona desmedrada, enfermiza o miserable. Persona mal empelada, de físico
pobre. De color amarillento, con menos carne que una jiñera».
Nos
lo pinta muy bien en Las Memorias de Pepe
Monagas estableciendo el paralelismo del sentido figurado: «Anduvo después como esos perros perdidos de
los pastores que tuercen la ley y el camino al embullo de un celo, y que
alcanzan, sobre el hambre, pedradas, variscazos y hasta, de caer en manos de muchachos,
belmontina en el trasero o gangarros al rabo. Y lo mismo que uno de esos
perros, rabujienta la pelambre, la cola
desmayada y el aire soturno, volvió al pueblo así como al cabo de dos meses. Se
le había espantado la risa y traía los ojos fijos y duros, igual que piedras».
Es
destacable que esta expresión "rabuja" es usada por
nuestro ilustre Benito Pérez Galdós para referir menospreciando despectivamente
a un personaje femenino en su primera novela histórica La Fontana de Oro (1870), obra en la que se mezcla la historia real
de la política española del último cuarto del XIX con la ficción de una
contrariada trama romántica de un orador liberal (Lázaro) con la protegida (Clara)
de un defensor de la monarquía absolutista (Elías
Orejón, alias Coletilla), en el escenario del intento de instauración absolutista
y asesinato de los dirigentes liberales.
Tomando el nombre de uno de los tantos
cafés de tertulias políticas de Madrid, la obra se desarrolla entre 1820 y 1823,
momento del triunfo del liberalismo y la vuelta a la tiranía monárquica,
utilizando en los diálogos el lenguaje coloquial y costumbrista que
caracterizará su profusa obra.
Valga como ilustración esa bonita imagen de la AA.VV. de San Cristóbal en la que muchos pequeños rabujas juegan en su inocencia a las guerras de mayores que tanta miseria repartieron.
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