jueves, 6 de marzo de 2014

Es un rabuja




Se trata de una expresión coloquial al uso en la actualidad en ocasiones cuando se trata de resaltar la menudencia de un niño cuando realiza acciones que no son propias de su edad, destacando con este canarismo cariñosamente su escaso tamaño. Tiempos atrás era utilizada con otras acepciones coincidentes en el denominador común de lo pequeño y débil.

En la actualidad el diccionario la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA recoge las siguientes:
1. f. Cierta enfermedad que afecta a animales como perros y gatos, que los debilita y les produce peladuras y llagas en la piel. 'Les daba asco tocarlo porque tenía rabuja'. 
2. com. Persona de poca estatura. Se aplica especialmente a los niños. 'Me llamó la atención que aquel rabuja tuviera tanta fuerza'.
3. Tf.  Debilidad y endeblez propias de la infancia.
4. LP.  Cosa pequeña, sobrante, de poco valor.
5. LP.  Borrachera.
Entendamos de como se ha llegado a esta expresión desde sus primeras referencias, como nos las documenta sin llegar a determinar su origen Agustín Millares Cubas como sigue: «RABUJA.- En los perros y en los gatos, la "rabuja" es una enfermedad de la piel, cuyo nombre técnico desconocemos, que imprime en el pobre animal un sello de tristeza y abatimiento. 'No cojas al gato, que está rabujiento'.
Igual calificativo se aplica al individuo de nuestra especie, depauperado por la enfermedad, sobre todo por la que radica en la piel y produce en los demás la natural repugnancia».

También la incluye Pancho Guerra, quien tampoco aventura de su origen, pero sí de ser sinónimo de "borrachera": «RABUJA.- Enfermedad de animales, especialmente de gatos y perros, a los que despelecha y enteca.  Persona de pequeña estatura, insignificante; chiquillo u hombre menudo. Se dice también de una buena borrachera: "Lo vi de madrugada saliendo de un cafetín; llevaba una rabuja con más tumba que un correillo"».

Hemos podido averiguar que esta palabra es de origen galaico, por lo que engrosaría la larga nómina de voces de nuestro léxico con origen galaico-lusitanas, y así nos lo acreditan dos diccionarios gallego-castellano del siglo XIX.

La encontramos en el de Francisco Javier Rodríguez (1863) quien recoge: «RABUJA 1. Enfermedad, especie de sarna que aparece en la punta del rabo de los gatos, que se parece proviene de miseria más bien, porque he visto gatos hermosos y bien rabudos, por cuya razon creo es una necedad y crueldad mutilarles una parte que no debió darles inútilmente la naturaleza. En port. rabuxen». También la recoge en el suyo Marcial Valladares Núñez (1884) con muy similar significado: «RABUJA:  Especie de sarna que aparece en la punta del rabo de los Gatos»

Por las descripciones que se dan de la enfermedad en perros y gatos, consultados diferentes manuales de veterinaria creemos pueda tratarse de la hoy conocida como Dermatofitosis de la que ahora se sabe que es producida por un hongo que vive en la superficie de la piel y en sus folículos, que se alimenta de pelo y tejido de la piel, produciendo la rotura de los pelos en la línea de la piel, formando espacios pelados y redondos, que acaban multiplicándose y transformándose en llagas por todo el cuerpo del animal, pudiendo contagiar a los humanos.

Antiguamente se creía que esta enfermedad era ocasionada por un gusano que se enrollaba en el tejido debajo de la piel. Entendemos que la práctica imposibilidad de ver al imaginario "gusano", debió reducir a la mínima expresión el tamaño del mismo, cuestión que en sentido figurado se trasladó a todo aquello que se entendía pequeño, de poco tamaño.

También el "sello de tristeza y abatimiento" del pobre animal que se trasmite al "depauperado" ser humano debió reflejar el estado de ánimo de algunas pequeñas "borracheras", que provocaban el tambaleo del protagonista, conjeturas que explicarían las distintas acepciones que se dan a la palabra "rabuja", considerando además el derivado que nos incluye Pancho Guerra:

«RABUJIENTO.- Persona desmedrada, enfermiza o miserable. Persona mal empelada, de físico pobre. De color amarillento, con menos carne que una jiñera».

Nos lo pinta muy bien en Las Memorias de Pepe Monagas estableciendo el paralelismo del sentido figurado: «Anduvo después como esos perros perdidos de los pastores que tuercen la ley y el camino al embullo de un celo, y que alcanzan, sobre el hambre, pedradas, variscazos y hasta, de caer en manos de muchachos, belmontina en el trasero o gangarros al rabo. Y lo mismo que uno de esos perros, rabujienta la pelambre, la cola desmayada y el aire soturno, volvió al pueblo así como al cabo de dos meses. Se le había espantado la risa y traía los ojos fijos y duros, igual que piedras».

Es destacable que esta expresión "rabuja" es usada por nuestro ilustre Benito Pérez Galdós para referir menospreciando despectivamente a un personaje femenino en su primera novela histórica La Fontana de Oro (1870), obra en la que se mezcla la historia real de la política española del último cuarto del XIX con la ficción de una contrariada trama romántica de un orador liberal (Lázaro) con la protegida (Clara) de un defensor de la monarquía absolutista (Elías Orejón, alias Coletilla), en el escenario del intento de instauración absolutista y asesinato de los dirigentes liberales. 

Tomando el nombre de uno de los tantos cafés de tertulias políticas de Madrid, la obra se desarrolla entre 1820 y 1823, momento del triunfo del liberalismo y la vuelta a la tiranía monárquica, utilizando en los diálogos el lenguaje coloquial y costumbrista que caracterizará su profusa obra.

Valga como ilustración esa bonita imagen de la AA.VV. de San Cristóbal en la que muchos pequeños rabujas juegan en su inocencia a las guerras de mayores que tanta miseria repartieron.
 

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