jueves, 10 de abril de 2014

En el tocar del cachorro se conoce al bailarín




Antiguo decir por el que se sentenciaba que se podían conocer las cualidades e intenciones de cualquier persona observando su aspecto y costumbres, sin dejarse influir por sus fanfarronerías.


Así describió el doctor Victor Grau Bassas Mas (Usos y costumbres de la población campesina de Gran Canaria. 1885-1888, 1980) con todo detalle el vestido del campesino, y de cómo la cachorra sustituyó a la montera: «Los hombres se visten con montera o chachorra, camisón o calzoncillos, chaleco y chaqueta, y zapatos como prendas ordinarias; en tiempos de agua o frío se cubren con camisola, capote y medias.


La montera es la prenda antigua más inútil y molesta que se conoce, llamando la atención cómo ha durado hasta hoy. Está formada por un cono de paño azul, forrado interiormente de bayeta roja y adornada con una porción de borlas de seda. En la parte baja tiene una abertura perpendicular al eje, por medio de la cual se presta a muchas posiciones. Como se ve, no llena ninguna de las necesidades que debe llenar la prenda que se destina a la cabeza. Hoy día para bestir la cabeza se emplea la cachorra, sombrero hongo que se fabrica en el país con lana y que difiere, aunque con ligeros detalles, en cada localidad, por cuya circunstancia puede reconocerse el pueblo del portador. Estas cachorras no se recomiendan ni por su figura ni por su peso, pero en cambio duran mucho y preservan del sol y del agua, que es todo cuanto se necesita. Cuando nueva tiene una figura medio pasadera, pero al poco tiempo pierde y queda como un gorro».


Los Hermanos Millares Cubas en su léxico de Gran Canaria recogen el término, hablando de la sorpresa que inspira al forastero dado, sin aventurar hipótesis sobre su origen «CACHORRA.- Canarismo es éste que con justicia asombra a los forasteros. ¿Qué tiene que ver el sombrero flexible con la hembra del cachorro?-


Y sin embargo, se llama y continuará llamándose cachorra al sombrero ese, sobre todo al tosco, fabricado en el país, que se usa por el pueblo y en los campos. Y mientras perduren las Canarias y sigan ocupando aquel lugar algo arrimado a la cola en que las vio don Tomás de Iriarte, seguirá diciéndose: Tóquese la cachorra; No se quite la cachorra.

—Tóquese la cachorra.
—Usted primero, compadre, que ha sido Alcalde.
A la par y a un tiempo.
—Todos podemos».

Pancho Guerra expone con amplitud distintas argumentaciones sobre su posible origen, incluyendo citas del historiador y cronista José de Viera y Clavijo, abunda también en cuanto a las ceremonias, respetos y costumbres de su buen uso, y nos ilustra sobre coplas y decires en las que es mencionada, texto que aún siendo extenso reproducimos totalmente por su notable interés:


«CACHORRA-O.- Sombrero del hombre y también el usado por las mujeres campesinas. El Diccionario de la Lengua no lo incluye en su edición de 1939. Don Julio Casares, sí, en su Ideológico (edición 1942), con la acepción de "sombrero flexible". El masculino "cachorro" suele usarse con intención despectiva.


Y en cuanto a la femenina, todavía en los campos de Gran Canaria, cuando hay un muerto en medio de la casa, los hombres se entierran la cachorra hasta sobre las orejas como signo de duelo. "Quítese la cachorra", se invitaba antes gentilmente a los caballeros en visita como honrosa deferencia. Era cuando permanecer cubierto constituía un hábito hidalgo. "No se quite la cachorra que está entre puertas", aconsejaban los prudentes. O se decía irónicamente a ese frescor. Cachorra más bien es gorra que sombrero. A éste sí se le dice cachorro. Las mujeres campesinas y las pobres de la ciudad usaron en tiempos una cachorrita, que hoy remeda la adoptada para el típico traje femenino grancanario. Y de entonces vendrá rodando aquel pimenterillo cantar de isas que dice:
"Cuando yo la vi venir
con el cachorrillo gacho
me dije "pa" mi capote
"esta cabra quiere macho".

También hemos oído otra mención del diminutivo en la ingenua y graciosa explicación de esta otra copla, entonada por un mozo labrador mientras tronchaba carrizo para sus animales entre los altos verdes de un cañaveral:
"¿Para qué quiere el pastor
cachorrillo desalado?
Para cuidar su ganado
y que no le queme el sol."

Y esta variante, vibrando en una taifa santiaguera, de la fiesta de Santiago, en el lugar de Tunte:

''¿Por qué se pone el pastor
la cachorrilla enroscada?
Porque de lejos le vea
Los ojos la enamorada".

También se oía este refrán entre viejos de la ciudad y el campo: "En el tocar del cachorro se conoce al bailarín", con que se denota que a la gente se la cala, adivinando sus cualidades e intenciones, por lo espontáneo de su facha y de sus mañas. Lo del cachorro es ciertamente variante no muy usual de esta forma más común: "En el tocar del sombrero...", pero de las dos maneras hemos oído expresar el popular dicho.


"Cachorro" es la "cría del perro o de ciertas fieras." ¿Cómo se tocaban los primitivos canarios?, cabe preguntarse ante esta acepción. Don José de Viera y Clavijo dice en su Historial general de las Islas Canarias, a propósito de las vestiduras aborígenes: "Si sus rebaños de ovejas les ofrecían largas cantidades de lana, ¿de dónde provino que jamás se aplicasen a hilarla ni a tejerla, y sólo se cubrieran de pieles, juncos y hojas de palma?".


Más adelante informa que los nativos de Lanzarote se ponían "cierta especie de bonete de pieles, guarnecido de plumas". Da noticia también de que las mujeres lanzaroteñas se cubrían con gorros hechos con tiras de piel -"pellica"-, y las mismas pellicas defendían y adornaban las cabezas de los gomeros. Hasta aquí nada dice sobre la naturaleza de esas pieles. Puntualiza sólo al hablar del tocado grancanario, que se resolvía con "monteras de los pellicos: de aquellos cabritillos que desollaban sin romper y cuyas garras caían sobre las orejas y otras se afianzaban en el cuello".


Nada, pues, dice el historiador sobre que se tocaran con pieles de perro, las pequeñas, las de los cachorros, por más apañadas, que de haberlas usado, y conforme hacían con los cabritillos, "desollarían sin romper", con lo cual mantendrían la traza de los animalillos vivos. El uso de esas pieles entra, sin embargo, dentro de lo posible, mucho más en tierra donde abundaban los perros, hasta el extremo de haber dado nombre al archipiélago. Las gentes de Castilla y otras tierras de España que realizaron la colonización pudieron haber dicho "cachorro" a ese elemental tocado de piel de perro joven ...


A falta de toda referencia concreta en textos oficiales y de estudios sobre la etimología de esta extraña voz, se nos ha ocurrido esta conjetura. De otra parte, el profesor Corominas dice que "cachorro" parece ser derivado de "cacho". "Cacho -apunta- significaría primitivamente "cachorro". Y al estudiar acepciones dialectales del vocablo considerado originario, apunta que en gallego y leonés se dice "cacha" -como variante- de "toda cosa redonda y hueca". Esto pudiera echar también un poquito de luz sobre las umbrías raíces del término».


El diccionario de canarismos de la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA distingue perfectamente las distintas acepciones en femenino y masculino como sigue:


«cachorra. 1. f. GC.  Sombrero del hombre del campo y a veces también el de la mujer, normalmente hecho de palma o de fieltro. 'A veces se ponía la cachorra enterrada hasta las orejas'. 2. f. Lz y Fv.  Gorra con visera o sin ella. 'Era tanto el solajero, que todo el mundo se ponía la cachorra'».


«cachorro, rra. 1. m. y f.  Persona alta, corpulenta y vigorosa. 'En esa familia todos eran unos cachorros tremendos, gente fuerte y doblada'. 2. m. y f.  Mero pequeño. Pescó un cachorrito, pero lo echó de nuevo al agua, porque era muy pequeño».


También incluye la ACADEMIA otro decir que hace referencia a la descendencia de los vecinos que se ganan el mérito de ser poco apreciados por sus propios atributos: «¡guárdame un cachorro (cuando críe)! Frase irónica con que se desprecia a una persona por alguna cualidad negativa».

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