miércoles, 4 de diciembre de 2013

Está más lejos que los Poyos del Obispo




Se trata de un decir usado para informar de la gran distancia a la que puede estar el lugar por el que se pregunta. Como menciona Pancho Guerra «Sirve para ponderar la lejanía», pero esta exageración en los tiempos pasados probablemente no lo fue por su distancia, sino por su ubicación en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.


Estos llamados "poyos" nos los describe, ubica y da pistas del probable origen del término Pancho Guerra «Lugar de descanso, de asiento, de escalón para ascender a algún sitio. (En Las Palmas fueron célebres los llamados "Poyos del Obispo", más allá de la "Portadilla de San José", camino de Telde, donde ahora hay un grupo escolar. "Las mulillas eran gruesos caballos, y llamaban "poyo" al estribo de la barrera": Conde de Foxá, en Olor a cera, una bella historia de toros. Se refiere a la peruana plaza de Lima)».


Sorprende esta definición dada por Pancho Guerra, debido a que en la actualidad lo más conocido que responde al canarismo de "poyo" es lo recogido en la primera acepción por el diccionario de la Academia Canaria de la Lengua «1. m. Obra de albañilería que consiste en una repisa de cemento, granito u otro material, que generalmente va colocada entre el fregadero y el hornillo de la cocina», muy habitual en la arquitectura doméstica canaria. Nos aporta otras dos acepciones menos conocidas, la segunda recogida en La Gomera «2. m. Ereta pequeña» y la tercera de Las Palmas de G.C., si bien en su definición la refiere a casas de campo, que entendemos son realmente casas terreras «3. m. Espacio que bordea el patio de las casas de campo y que se utiliza para plantar flores».


El significado de "asiento" dado por Pancho Guerra, el apropiado al mencionado en este decir, era lo habitual en las antiguas iglesias, obra de mampostería adosada a una pared. José de Viera y Clavijo en su obra Extractos de las actas del Cabildo Catedralicio incluye una anotación referida al 13 de marzo de 1522 «Que, por cuanto muchos hombres venían a la Iglesia a oír la misa mayor y se quedan, se mandaban volver a hacer los poyos que se deshicieron, conformándose el Cabildo con otras iglesias».


El acuerdo en el que se da cuenta de su utilidad nos lo reproduce Santiago Cazorla León en su Historia de la Catedral de Canarias «Dijeron que por cuanto parece que los poyos que se deshicieron es cosa muy desconveniente porque vienen muchos hombres a la iglesia a oir la misa mayor y sermón y están en pie, e por conformarse con otras iglesias mandaron que los poyos se hagan según y en la manera que antes estaba (Cabildo, 11 de marzo de 1522, Lib. 1, fol. 102)».


Nos cuenta este último autor además de sus ubicaciones: «En la iglesia baja o del Sagrario de la Catedral los únicos asientos que había para los fieles, o mejor, para los hombres, eran los poyos que había en ella. (...) También la iglesia tenía sus poyos por la plaza de los Álamos que fueron quitados por Juan Lucero: “Item 16 reales que pagó a Juan Lucero por deshacer y tapar los poyos que estaban junto a la plaza de los Alamos” (Cuentas Fábrica, 1624-1655, fol. 57)».


Al reproducirnos  una anotación de 18 de septiembre de 1623, parecen desprenderse algunos matices diferenciales entre bancos y poyos de la repetida iglesia: «Otrosí: Por cuanto estamos informados de los inconvenientes que se han seguido y siguen y la reverencia y respeto que se debe tener al Smo. Sacr. y templo sagrado, mandamos se quite el banco que está frente a la puerta que sale a Ios Alarnos en la iglesia baja, y se deshaga el poyo que están debajo de la dicha puerta a la entrada de la nave de Ntro. Sr. San Sebastián, lo cual encargamos se haga.” (Libro 1 del Tesoro Catedral, fol. 140 vt.)».


Para que se tenga una mejor percepción de los "poyos" comenta los conocidos por el autor y que existen en la actualidad, los que aparecen en la ilustración incluida en el encabezamiento de la entrada a este Blog, detalle de la fotografía de 1952 (Fedac), los que se encuentran en el lateral norte de la Ermita de San Telmo: «Restos de poyos exteriores de iglesias quedan en la ermita de San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria». Desconocemos si los que se encuentran en su fachada principal, formando ángulo, tienen la misma antigüedad que estos del lateral septentrional.


Cita otra noticia que ratifica que todavía en el siglo XIX siguen conociéndose estos asientos con el nombre de "poyos", cuando reproduce «Los trabajos en la galería de la Sala Capitular comenzaron el 23 de septiembre de 1805 y el 12 de abril de 1810 el maestro Agustín Martín hacía el aprecio de sus gastos. Su costo lo valora en 3.657 pesos, 4 reales y 5 maravedís; aparecen cuatro ventanas además de la que da a la calle, cinco rejas, las dos puertas y las dos ventanas de abajo, con sus costes. También el costo de la Sala Nivaria con su poyo y el enlosado de la galería. El total de la obra era de 229 tapias».


También Agustín Millares Cubas a finales de dicho siglo nos incluye en su léxico insular la siguiente referencia: «Echar un cachimbazo; suprema delicia de los viejos navegantes que antaño se sentaban en los poyos de San Telmo, a contarse las proezas de su accidentada mocedad».


Acreditado que ha quedado el origen y la utilidad que tenían los "poyos", veamos ahora la intencionalidad exagerativa que tenían los mencionados Poyos del Obispo en el decir, para entenderlo.


En el último cuarto del siglo XVIII la Ciudad estaba conformada por dos núcleos de población Triana y Vegueta, a ambos lados del barranco Guiniguada, con algunos vecinos con casas-cueva en los Riscos de san Lázaro, san Nicolás, san Roque, san Juan y san José, asentamientos diseminados entre las Murallas al Norte y al Sur.


En ese tiempo de la Ilustración se realizan las primeras importantes reformas urbanas promovidas por los corregidores José Eguiluz (1781) y Vicente Cano (1792), obras que requirieron muchos recursos económicos que no habían, y algunas de ellas pudieron concluirse con el apoyo del Cabildo Catedralicio aportando dinero para las mismas.


Fue decisiva a tal voluntad la fundación de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (RSEAP) por el obispo Cervera (1769-1777), cuyo primer director sería el ilustre José de Viera y Clavijo. Se construyó el nuevo Hospital de San Martín por el obispado, que iniciaba la línea emprendida y promovida por la RSEAP que sería continuada por los sucesores en la mitra: Joaquín Herrera de la Bárcena (1779-1783), Antonio Martínez de la Paza (1785-1790), Antonio Tavira y Almazán (1791-1796) y Manuel Verdugo y Albiturría (1796-1816). Fueron estos obispos los referentes e impulsores de las nuevas corrientes educativas, culturales y científicas que se fueron introduciendo en el archipiélago, además del apoyo económico a las obras de interés público.


Una de esa obras de interés, realizada durante el mandato de Eguiluz fue la adecuación y ordenación del llamado Paseo de la Mar, en la ribera de Vegueta desde la "carnicería" hasta la torre de santa Isabel, actual Audiencia de Canarias, para continuar hasta las portadas de los Reyes y de san José, la primera en el extremo sur de la actual calle Reyes Católicos y la segunda aproximadamente en la imaginaria frontera entre los Riscos de san Juan y san José, construyendo en el exterior de la muralla sur el paseo de san José, que incluía "poyos" en distintos tramos, que probablemente fueron sufragados por el Obispo, de donde le viene su denominación como Poyos del Obispo.


Estos Poyos del Obispo estuvieron en el paseo de san José que bordeaba por el poniente la finca o cortijo de Las Filipinas, propiedad del mayorazgo Ruiz de Vergara, más allá de la muralla sur de la Ciudad. Es esta condición, que esté "por allá de la portada", en el descampado camino a Telde, la que pondera o exagera las distancias, dado que en ese tiempo el centro de la Ciudad era la plaza de santa Ana que no quedaba tan lejos.


Probablemente, la construcción del muro de contención del ampliado paseo de san José, dada la diferencia de alturas con las tierras del cortijo, actual urbanización de san Cristóbal, obligaría a la demolición de los "poyos", que pudo acontecer al inicio de la segunda mitad del pasado siglo XX.


Como se decía y recoge Pancho Guerra, cuando se quería llegar hasta los Poyos del Obispo, eran palabras mayores, era "ir a tener a ..." «Lugar distante, a donde se llega forzado o a donde se alcanza cuando se lanza una piedra o cualquier otra cosa arrojadiza: "Del miedo abrió a correr, y fue a tener a los Poyos del Obispo"».

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