Es
uno de esos decires que viajaron históricamente
por el Atlántico de ida o de vuelta, en la ruta España-Canarias-América donde los costumbrismos recalaron por las
islas y custodiados por la tradición siguen aún vivos entre nuestras gentes.
Hace
referencia a la difícil convivencia de los vecinos de los pueblos pequeños o
pagos, donde todos se conocen y "por naa y cosa nenguna", "por
quítame allá esas pajas" como bien dice Pancho Guerra, en ocasiones
generan disputas cuyos orígenes se sustentan precisamente en que se conozcan
tan bien, de quienes fueron sus ancestros y sus inacabadas historias.
En
los pagos (como bien dice Joan Coromines,
'distrito agrícola' del latín PAGUS 'pueblo', 'aldea', 'distrito', voz de la
que proceden 'país' y 'paisaje') donde coinciden los pequeños asentamientos
poblacionales, cuando los vecinos son pocos su convivencia es frágil precisamente
porque muchas anecdóticas historias de abuelos no terminan de superarse y
permanecen viviéndose de forma apasionada, fogosa y vehemente.
Su
comparación en el decir con el "infierno" tiene el sentido
que recogió en 1891 José M. Sbarbi en su Florilegio
o Ramillete alfabético de refranes y modismos cuando explica la expresión "Es un infierno" y comenta:
«Aplícase al lugar donde hay mucho
alboroto y discordia, y también á la misma discordia. Asi se dice: La casa
donde tódos quieren mandar y ningúno obedecer; ¿es un infierno; qué infierno es
éste con tantos gritos y dicharachos?.
Hay un
añadido que, aunque no viene al caso, es ilustrativo: «"Los
gastos de una casa se parecen á las penas del infierno". Ref. con que se da á entender que nunca tienen fin los gastos
que acarrea el mantenimiento de una casa, pues, cuando se acaba de cubrir una
necesidad, surge repentinamente ótra, cuando nó ciento».
Es
esa discordia sostenida en los tiempos que surge repentinamente la que
convierte en ofensa cualquier hecho insospechado. El ruido de la bisagra de una
puerta que se cierra, el correr de una cortina en la ventana, o la "meada" del perro en la
esquina de la casa del vecino. Se llega así a creer que no es el perro quien
marca su territorio, sino su dueño quien lo manda, marcando así el vecino su jerarquía o
provocación. Seguramente empezaron de niños, de cuando con el pie se dibujaba
una "cruz" en el suelo diciéndose
aquello "¿A ver si te atreves a
borrármela?".
Guardan
en el "disco" de su memoria
psíquica aquel vago recuerdo contado de cuando el abuelo del vecino fue
bautizado y los suyos no fueron invitados al "convite", o de cuando hizo la "primera comunión" no llevó los "recordatorios", y así muchas grandes pequeñeces que
pasan de generación a generación manteniendo vivas las afrentas y excusas para
alborotos y discordias. Pendientes del banco en qué se sientan en la pequeña iglesia
o del lugar qué van en la procesión. ¡Ni
que fueran más bonitos que nosotros!.
Son trifulcas, marimorenas y jaleos que figuradamente
antes llamaban "belenes",
porque surgían cada determinado tiempo con las mismas figuras. Como esas viejas
heridas que están continuamente "restregándose"
y no terminan de cicatrizar. Sencillamente es el "lío de los infiernos".
Busqué este refrán en google y me llevó a esta página. "Me jallé" más de lo que esperaba. Gracias por la explicación.
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