jueves, 20 de febrero de 2014

El que no conoce iglesia, a la puerta de un horno se presina




Decir palmero del que se cuenta hace referencia a la conducta del ignorante y del que no sabe lo que se trae entre manos (Fuente oral: Ángela Camacho, citada por Antonio Castellano Suárez).


Si bien se dice del verbo "presinarse", frente al correcto "persignar" recogido por el DRAE, que al menos en Canarias, aparece una rotación entre la "e" y la "r" y, a veces, la "s" se pierde, y así podemos oír "presignarse" o "presinarse", quien resuelve tal interpretación es el DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS de la RAE. En la entrada a la voz persignar(se) recoge: «‘Hacer la señal de la cruz sobre la frente, la cara y el pecho’. Se usa casi exclusivamente como pronominal: "Ven acá, persignémonos, recemos" (VLlosa Fiesta [Perú 2000]). Procede del latín persignare, por lo que es incorrecta la forma presignar(se), debida al cruce con el prefijo pre-. Debe evitarse la pronunciación vulgar [persinár(se)]».


Efectivamente se manifiesta como una expresión incorrecta presignarse, pero añade que el origen de tal error es debido "al cruce con el prefijo pre-", cuestión que podría de alguna forma atribuir a ello la corrupción que se ha producido en el verbo para que se asentara en la lengua coloquial.


Pero también hemos de considerar otras opciones a nuestro caso, y estimando las grandes influencias galaico-lusitanas en el léxico canario que contiene una gran nómina de sus voces, unas originales y otras modificadas, es obligado significar que el Diccionario gallego-castellano de  Marcial Valladares Núñez de 1884, incluye la entrada «PRESINARSE/PRESIÑARSE: Persignarse, ó signarse con la señal de la cruz», de donde pudiera concluirse que esta voz llegó a las islas, como también lo hiciera a los países americanos de habla hispana, dado que es una expresión muy al uso coloquial, lugares igualmente de destino de la gran emigración gallega.


Despejadas las dudas en cuanto a la corrupción de las palabras incluidas en el decir, ahora hemos de intentar aproximarnos a su construcción, dado lo aparentemente extraño que resulta la relación de iglesia con la puerta de un horno, incluso en sentido figurado, y más aún en su vinculación con la corrupción del verbo persignar.


No resulta extraño observar en la aconfesional España, donde el catolicismo ocupa un lugar notablemente destacado en cuanto al número de bautizados, considerándose católicos un 73,1% de la población (CIS 2013), observar que la realidad es bien distinta, y resulta de la proyección de la encuesta (CIS 2010), que más de la mitad, el 58,5%, no acude a los oficios religiosos nunca o casi nunca, el 16,0% acude varias veces al año, el 13,4% acude los días de precepto, domingos y días festivos, y sólo un 2,2% lo hace varias veces por semana.


En este escenario de un 15,6% (13,4 + 2,2) de católicos practicantes "formales cumplidores del precepto", frente a un 84,4% de católicos bautizados no practicantes, unos como otros tienen por hábito adquirido persignarse cuando quieren o logran alcanzar el éxito en cualquier avatar, sea oficio, afición o beneficio. No es extraño observar como cualquier deportista, cuando salta al campo, inicia la prueba o llega a la meta, se persigna, manifestando así una clara convicción en que ello le ayuda. Los hay incluso aquellos que lo realizan en los juegos de azar.


Antes también, en los oficios más artesanales, era habitual observar como la costurera cuando iba a cortar la tela para un traje se persignaba, o la costumbre del carpintero con iniciar su labor haciendo una cruz, y muchos más oficios que se encomendaban a esta "buena suerte".


Igualmente se tenían otras costumbres, como eran aquellas cuando el pan se hacía en los hornos que se adosaban a las casas rurales de muchos pueblos. Lo tenemos documentado, por ejemplo, en un artículo los hornos con boca tapada de las aldeas de Santiago Pontones en Jaén, donde la fuente oral de la vecina de Yeste (Albacete) llamada Joaquina, cuenta:


«Seguidamente había que tapar la boca del horno y esperar a que el pan se cueza. Se comprueba por el color y el sonido de los panes cuando se les hace chocar unos con otros. Durante este proceso era frecuente recitar oraciones implorando a la Virgen o los Santos el éxito del trabajo. “Cuando echo el pan, pues digo: 'Señor con la ilusión que estoy haciendo el pan que me salga pronto'”. Me presino, le hago una cruz, “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” » (AGUACIL GONZÁLEZ, O.: "Elaboración del Pan. Amasijos", La Voz de Jaén, 18-may-2013).


Pudiera parecernos lugar distante de las islas, pero costumbres mucho más lejanas arraigaron aquí, tanto en La Palma como en las restantes. Probablemente de estas viejas costumbres, de estos viejos persignados en que se depositaba la confianza en el éxito de la labor, viene este decir palmero. Pues aunque no se acudiera a la iglesia con frecuencia y no fueran vistos en ella, lo que nunca faltaba era presinarse en la puerta del horno, pues en ello depositaban su fe para obtener un buen pan de centeno, cebada o trigo, aunque el mismo tuviera afrecho que también alimentaba.

Con el tiempo, tal circunstancia sería utilizada para construir el decir con otras intenciones sociales ejemplarizantes de los Remedios. Al menos así lo interpretamos.

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