Decir
palmero del que se cuenta hace referencia a la conducta del ignorante y del que
no sabe lo que se trae entre manos (Fuente
oral: Ángela Camacho, citada por Antonio Castellano Suárez).
Si
bien se dice del verbo "presinarse",
frente al correcto "persignar"
recogido por el DRAE, que al menos en Canarias, aparece una rotación entre la
"e" y la "r" y, a veces, la "s" se pierde, y así
podemos oír "presignarse" o "presinarse", quien resuelve
tal interpretación es el DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS de la RAE. En la
entrada a la voz persignar(se)
recoge: «‘Hacer la señal de la cruz sobre
la frente, la cara y el pecho’. Se usa casi exclusivamente como pronominal: "Ven
acá, persignémonos, recemos" (VLlosa Fiesta [Perú 2000]). Procede del
latín persignare, por lo que es
incorrecta la forma presignar(se), debida al cruce con el prefijo pre-. Debe
evitarse la pronunciación vulgar [persinár(se)]».
Efectivamente se manifiesta como una expresión incorrecta presignarse, pero añade que el
origen de tal error es debido "al
cruce con el prefijo pre-",
cuestión que podría de alguna forma atribuir a ello la corrupción que se ha producido
en el verbo para que se asentara en la lengua coloquial.
Pero
también hemos de considerar otras opciones a nuestro caso, y estimando las
grandes influencias galaico-lusitanas en el léxico canario que contiene una
gran nómina de sus voces, unas originales y otras modificadas, es obligado
significar que el Diccionario
gallego-castellano de Marcial
Valladares Núñez de 1884, incluye la entrada «PRESINARSE/PRESIÑARSE:
Persignarse, ó signarse con la señal de la cruz», de donde pudiera
concluirse que esta voz llegó a las islas, como también lo hiciera a los países
americanos de habla hispana, dado que es una expresión muy al uso coloquial,
lugares igualmente de destino de la gran emigración gallega.
Despejadas
las dudas en cuanto a la corrupción de las palabras incluidas en el decir, ahora hemos de intentar
aproximarnos a su construcción, dado lo aparentemente extraño que resulta la
relación de iglesia con la puerta de un horno, incluso en sentido figurado, y
más aún en su vinculación con la corrupción del verbo persignar.
No resulta extraño observar en la aconfesional España, donde el catolicismo ocupa un lugar notablemente destacado en cuanto al número de bautizados, considerándose católicos un 73,1% de la población (CIS 2013), observar que la realidad es bien distinta, y resulta de la proyección de la encuesta (CIS 2010), que más de la mitad, el 58,5%, no acude a los oficios religiosos nunca o casi nunca, el 16,0% acude varias veces al año, el 13,4% acude los días de precepto, domingos y días festivos, y sólo un 2,2% lo hace varias veces por semana.
En
este escenario de un 15,6% (13,4 + 2,2) de católicos practicantes "formales cumplidores del precepto",
frente a un 84,4% de católicos bautizados no practicantes, unos como otros
tienen por hábito adquirido persignarse cuando quieren o logran
alcanzar el éxito en cualquier avatar, sea oficio, afición o beneficio. No es
extraño observar como cualquier deportista, cuando salta al campo, inicia la
prueba o llega a la meta, se persigna, manifestando así una clara convicción en
que ello le ayuda. Los hay incluso aquellos que lo realizan en los juegos de
azar.
Antes
también, en los oficios más artesanales, era habitual observar como la
costurera cuando iba a cortar la tela para un traje se persignaba, o la
costumbre del carpintero con iniciar su labor haciendo una cruz, y muchos más
oficios que se encomendaban a esta "buena suerte".
Igualmente
se tenían otras costumbres, como eran aquellas cuando el pan se hacía en los
hornos que se adosaban a las casas rurales de muchos pueblos. Lo tenemos
documentado, por ejemplo, en un artículo los hornos con boca tapada de las
aldeas de Santiago Pontones en Jaén, donde la fuente oral de la vecina de Yeste (Albacete) llamada Joaquina, cuenta:
«Seguidamente había
que tapar la boca del horno y
esperar a que el pan se cueza. Se comprueba por el color y el sonido de los
panes cuando se les hace chocar unos con otros. Durante este proceso era frecuente recitar oraciones
implorando a la Virgen o los Santos el éxito del trabajo. “Cuando echo el pan,
pues digo: 'Señor con la ilusión que estoy haciendo el pan que me salga
pronto'”. Me presino, le hago una cruz,
“en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” » (AGUACIL
GONZÁLEZ, O.: "Elaboración del Pan. Amasijos", La Voz de Jaén, 18-may-2013).
Pudiera
parecernos lugar distante de las islas, pero costumbres mucho más lejanas
arraigaron aquí, tanto en La Palma como en las restantes. Probablemente de
estas viejas costumbres, de estos viejos persignados en que se depositaba la
confianza en el éxito de la labor, viene este decir palmero. Pues aunque no se acudiera a la iglesia con
frecuencia y no fueran vistos en ella, lo que nunca faltaba era presinarse
en la puerta del horno, pues en ello depositaban su fe para obtener un buen pan
de centeno, cebada o trigo, aunque el mismo tuviera afrecho que también alimentaba.
Con el tiempo, tal circunstancia sería utilizada para construir el decir con otras intenciones sociales ejemplarizantes
de los Remedios. Al menos así lo interpretamos.
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