Se trata de un decir grancanario que muy de cuando en cuando se escucha cuando alguien
recibe una reprimenda.
Nos lo documenta primero Agustín Millares Cubas
cuando recoge «AJULEAR.- Despedir
bruscamente, con malos modos, echar a cajas destempladas. Es muy frecuente la
frase echar un ajuleo, que equivale a reñir, reprender ásperamente. Dijele a
madre que si me dejaba hablar por la ventana con Pepito. ¡Fuerte ajuleo me echó!».
Con posterioridad lo recoge Pancho Guerra, quien
profundiza en el posible origen del verbo: «AJULEAR(Ajuliar).- Espantar, ahuyentar
con voces y alharacas los animales, especialmente las gallinas. Echar o correr
las moscas de una habitación agitando vivamente un paño. V.t. Abanar. Ajuliar penas: beber o meterse en
jarana a contrapelo para olvidar sinsabores.
El
Diccionario de la Lengua registra -edición de 1939- el término "ahuchar", aunque sin una
segunda acepción, que luego encontraremos incorporada por don Julio Casares a
su Ideológico: "Ayuntar, expulsar." A través de estas
significaciones, el término castellano apunta, creemos, la fuente de nuestro ajuleo. La h de aquél fácilmente se
tornó j. Y quedó "ajuchar". De aquí a ajulear -pasando por
"ajuchear"- no hay el canto de un duro, nos parece».
Incluye a su vez este último autor la expresión «¡JUSIA! Voz con que se ajulean o espantan las gallinas. iJusia allá!».
El
diccionario de la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA nos aporta el siguiente
significado «ajulear/julear. 1. v. GC. Espantar los animales molestos,
especialmente las aves y las moscas. 'En la cocina tiene que estar uno juleando
las moscas que vienen al olor del pescado'», deduciéndose que en su actualización
para los tiempos de hoy se limita la acción verbal para con los animales;
no obstante, en tiempos pasados y en determinados lugares o momentos coloquiales de hoy la acción
tiene por destino también a las personas, tal cual recoge el decir.
Del
acertado origen etimológico referido por Pancho Guerra, en la versión actual
del DRAE la entrada de "ahuchar", derivada de la
voz onomatopéyica "hucho" utilizada por los cetreros para llamar al
pájaro, tiene una segunda acepción con los significados de «azuzar, oxear». De estas
se aportan a su vez los siguientes significados:
« azuzar.
(De la interj. sus). 1. tr. Incitar a los perros para que embistan. 2. tr.
Irritar, estimular».
« oxear.
(De ox). 1. tr. Espantar las aves domésticas y la caza».
Por
consiguiente, su origen etimológico sugiere distintas acepciones coloquiales
para el verbo ajulear o julear, y su aplicación a los
humanos, pudiendo ser por tanto una manifestación o reprimenda por un enfado o
irritación que ha causado en la tercera persona; y también, como bien recoge
igualmente Millares Cubas, despedir o echar con malos modos a otra persona.
Una
de estas situaciones es recogida por Pancho Guerra, cuando en Las Memorias de Pepe Monagas se narra el
apresurado parto de Epifanía al llegar a un ventorrillo caminero, después de su
antojo de embarazada para pasear en la mula de Chanillo por los altos de Tunte que
reproducimos:
«iAhora, Epifanilla, despáchate a tu
gusto!.
Se movieron los hombres y las mujeres
igual que rehiletes, desaparecida como por magia la pachorra de la tierra -ya
sabe usted que el isleño, mayormente el del campo, es capaz de matar un burro a
pellizcones-. En tres patadas, el ventorrillo quedó libre de teleques.
Sacudieron una estera, sobre la que las mujeres más viejas de la ranchada tumbaron a mi madre. Las nuevas levantaron a la banda una lumbre hermosa, pusieron agua en ella, se quitaron los zagalejos y los brindaron como trapos y pañales. Entretanto ajuliaron a los hombres todos, incluído mi padre. El grupo de varones bajó la cabeza y se acogió a la orilla de una fuente, en un barranquillo cercano. Uno se llevó el balde de las botellas, pero metido en el gorito quedó intacto, porque a, nadie se le apeteció un copejo. O se aguantaron la gana, hasta ver en qué paraba aquel apuro de Epifanita la de Chano y de Chano el de Epifanita.
Los hombres fumaban, callados y
graves. Sólo sonaron, en medio de aquel solemne silencio, que el campo, un rato
grande solitario, estiraba y hacía más hondo, dos palabras :
- ¿Primerisa, usté.. .?
Mi padre asintió. Pues primeriza y
todo, yo, de un par de pugiditos, caí en la estera. Con dos señales buenísimas,
además, según dijo la más vieja de las improvisadas parteras: de pie y con
zurrón, o sea, envuelto en una telita fina, que era fama preservaba a las crías
del maleficio que las echaba junto a las madres abiertas».
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