viernes, 21 de febrero de 2014

Fuerte ajuleo me echó




Se trata de un decir grancanario que muy de cuando en cuando se escucha cuando alguien recibe una reprimenda.


Nos lo documenta primero Agustín Millares Cubas cuando recoge «AJULEAR.- Despedir bruscamente, con malos modos, echar a cajas destempladas. Es muy frecuente la frase echar un ajuleo, que equivale a reñir, reprender ásperamente. Dijele a madre que si me dejaba hablar por la ventana con Pepito. ¡Fuerte ajuleo me echó!».


Con posterioridad lo recoge Pancho Guerra, quien profundiza en el posible origen del verbo: «AJULEAR(Ajuliar).- Espantar, ahuyentar con voces y alharacas los animales, especialmente las gallinas. Echar o correr las moscas de una habitación agitando vivamente un paño. V.t. Abanar. Ajuliar penas: beber o meterse en jarana a contrapelo para olvidar sinsabores.


El Diccionario de la Lengua registra -edición de 1939- el término "ahuchar", aunque sin una segunda acepción, que luego encontraremos incorporada por don Julio Casares a su Ideológico: "Ayuntar, expulsar." A través de estas significaciones, el término castellano apunta, creemos, la fuente de nuestro ajuleo. La h de aquél fácilmente se tornó j. Y quedó "ajuchar". De aquí a ajulear -pasando por "ajuchear"- no hay el canto de un duro, nos parece».


Incluye a su vez este último autor la expresión «¡JUSIA! Voz con que se ajulean o espantan las gallinas. iJusia allá!».


El diccionario de la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA nos aporta el siguiente significado «ajulear/julear. 1. v. GC. Espantar los animales molestos, especialmente las aves y las moscas. 'En la cocina tiene que estar uno juleando las moscas que vienen al olor del pescado'», deduciéndose que en su actualización para los tiempos de hoy se limita la acción verbal para con los animales; no obstante, en tiempos pasados y en determinados lugares o momentos coloquiales de hoy la acción tiene por destino también a las personas, tal cual recoge el decir


Del acertado origen etimológico referido por Pancho Guerra, en la versión actual del DRAE la entrada de "ahuchar", derivada de la voz onomatopéyica "hucho" utilizada por los cetreros para llamar al pájaro, tiene una segunda acepción con los significados de «azuzar, oxear». De estas se aportan a su vez los siguientes significados:


« azuzar. (De la interj. sus). 1. tr. Incitar a los perros para que embistan. 2. tr. Irritar, estimular».
« oxear. (De ox). 1. tr. Espantar las aves domésticas y la caza».


Por consiguiente, su origen etimológico sugiere distintas acepciones coloquiales para el verbo ajulear o julear, y su aplicación a los humanos, pudiendo ser por tanto una manifestación o reprimenda por un enfado o irritación que ha causado en la tercera persona; y también, como bien recoge igualmente Millares Cubas, despedir o echar con malos modos a otra persona.


Una de estas situaciones es recogida por Pancho Guerra, cuando en Las Memorias de Pepe Monagas se narra el apresurado parto de Epifanía al llegar a un ventorrillo caminero, después de su antojo de embarazada para pasear en la mula de Chanillo por los altos de Tunte que reproducimos:


«iAhora, Epifanilla, despáchate a tu gusto!.


Se movieron los hombres y las mujeres igual que rehiletes, desaparecida como por magia la pachorra de la tierra -ya sabe usted que el isleño, mayormente el del campo, es capaz de matar un burro a pellizcones-. En tres patadas, el ventorrillo quedó libre de teleques.


Sacudieron una estera, sobre la que las mujeres más viejas de la ranchada tumbaron a mi madre. Las nuevas levantaron a la banda una lumbre hermosa, pusieron agua en ella, se quitaron los zagalejos y los brindaron como trapos y pañales. Entretanto ajuliaron a los hombres todos, incluído mi padre. El grupo de varones bajó la cabeza y se acogió a la orilla de una fuente, en un barranquillo cercano. Uno se llevó el balde de las botellas, pero metido en el gorito quedó intacto, porque a, nadie se le apeteció un copejo. O se aguantaron la gana, hasta ver en qué paraba aquel apuro de Epifanita la de Chano y de Chano el de Epifanita.


Los hombres fumaban, callados y graves. Sólo sonaron, en medio de aquel solemne silencio, que el campo, un rato grande solitario, estiraba y hacía más hondo, dos palabras :


- ¿Primerisa, usté.. .?


Mi padre asintió. Pues primeriza y todo, yo, de un par de pugiditos, caí en la estera. Con dos señales buenísimas, además, según dijo la más vieja de las improvisadas parteras: de pie y con zurrón, o sea, envuelto en una telita fina, que era fama preservaba a las crías del maleficio que las echaba junto a las madres abiertas».

No hay comentarios:

Publicar un comentario