viernes, 14 de febrero de 2014

Es un mataperro




Este antiguo decir o locución con la que se calificaba a los jóvenes un tanto rebeldes, muy amigos de la calle y de escaparse de cumplir con la obligación que corresponde a su edad de acudir a la escuela para formarse y educarse en la vida, se viene perdiendo cada vez más con los nuevos modismos coloquiales y los propios cambios sociales, si bien todavía se escucha en algunos pueblos de interior de las islas, y también cuando algunos abuelos en sentido cariñoso, muy distinto al primigenio de antes, dedican a los niños cuando realizan alguna simpática pillería.


Es esta actualizada definición la que recoge la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA en el diccionario de canarismos para el término: «mataperrería.     1. f. Or.  Acción propia de mataperros. 'Cuando hacían alguna mataperrería, la madre los penaba sin dejarlos salir a jugar'».


Antes el calificativo de "mataperros" era dedicado a los jóvenes, y cuando maduraban y se convertían en auténticos hombres adultos recibían el despectivo calificativo de "baladrón", «hombre zascandil, dado a incumplimientos, enredos y otras mañas de pícaro» como nos cuenta Pancho Guerra.


La voz "Mataperros" por el origen que le atribuimos más adelante, entendemos pudo emigrar de las islas en dirección a América, y así recoge el DRAE su uso coloquial en Cuba y Perú, tanto masculino como femenino, con el significado de «Muchacho callejero y travieso».


Cronológicamente, tenemos la referencia bibliográfica más antigua en Agustin Millares Cubas, quien recoge en el léxico: «MATAPERRO.- Cierto que no es muy noble y excelente oficio el de "matar perros", aunque se le considere como un ministerio derivado de la administración municipal. Esta nota infamante explica el que se haya dado el nombre de mataperros a los chiquillos mal criados, "azota-calles", tránsfugas de la escuela, antes campeones en las guirreas y hoy catecúmenos del "fut-bol".


Ellos son los que ilustran las paredes acabadas de albear, con "grafitos" y vocablos ingenuamente naturalistas; ellos los que en los barrios mal policía, adornan los cristales de las ventanas con rutilantes estrellas, nacidas al conjuro de una pedrada. Sus hazañas, naturalmente, se llaman mataperrerías; pero este nombre se aplica también a la acción indecorosa y atrevida, concebida y realizada en detrimento del prójimo, y mataperros es el autor de ella, cualesquiera sean sus títulos y preeminencias sociales».


El académico apunta a que su origen puede estar en los encargados por el municipio para la recogida y muerte de los perros callejeros, puede estimarse que no es así, por cuanto etimológicamente el comportamiento que luego define estaría más cerca en sentido figurado del propio "perro callejero" que del oficio de matarlos.


El autor nos da cuenta con abundancia del perfil del joven individuo y de sus mataperrerías, y nos describe a finales del siglo XIX una escena de nuestros actuales tiempos, de donde podemos comprender perfectamente su percepción del personaje.


Pero es Pancho Guerra quien nos coloca en la pista del probable origen del término "mataperro" cuando en su  léxico recoge la voz "VENENO", canarismo con una acepción no recogida por el DRAE: «Se dice o se le aplica al hombre y más al niño malo, rebelde: "Eres un veneno", equivalente a "Sos un mataperro". Hombre o chico de la "piel del diablo"».


Este canarismo es también recogido en su diccionario por la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA cuando incluye dos acepciones para «veneno. 1. m. Persona de mala índole. 'Tenía un encargado que era un veneno'. 2. m. Niño travieso. 'Aquel veneno se había convertido en un chico tranquilo y formal'».


La pista que nos aporta Pancho Guerra, que coincide con lo recogido en el Diccionario de Canarismos, nos lleva al endemismo de Gran Canaria y Tenerife conocido como Cardoncillo Gris (Ceropegia fusca), así llamado por su parecido al Cardón Canario (Euphorbia canariensis) que se encuentra en zonas de Tabaibal-Cardonal hasta los 600 metros de altitud.


Se trata del Cardoncillo Gris de tallos cilíndricos de color blanco-grisáceos o parduzcos, con flores de color rojizo que crecen en los entrenudos superiores en primavera-verano y acaban en frutos de marrón-rojizos alargados, de dos en dos, que contienen numerosas semillas marrones provistas de un penacho de pelos blancos que favorece su dispersión por el viento, y que es también conocido popularmente como mataperros.    


El nombre de "mataperros" hace referencia a su gran toxicidad, muy venenosa, frecuente en especies de la familia "Asclepiadaceae", empleándose con la debida precaución el zumo de los tallos en medicina popular para cicatrizar heridas externas, y curiosamente, sirve como antídoto de los efectos del látex del cardón canario. No resultaría extraño que tal nombre vulgar fuera dado en los ambientes pastoriles por su conocimiento de que algunos perros se purgaban con élla y algunos perros morían o resultaban muertos después de haber mordido algún tallo de Cardoncillo Gris (Fuente oral: Juan M. Díaz Quintana /Montaña Alta).


En algunas islas de la provincia occidental se da también el conocido como Cardoncillo Verde (Ceropegia dichotoma), endemismo del que se conocen dos subespecies: ssp. dichotoma, en Tenerife, La Palma y El Hierro y la ssp. krainzii (Sventenius) Bruyns, presente en Tenerife y La Gomera. Ambos se distinguen del Cardoncillo Gris por tener sus tallos de color verdoso y flores de color amarillo. También es conocido popularmente como "mataperros".


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