Nos encontramos ante una
expresión coloquial que comportaba de alguna forma una adaptación de otra
expresión antes al uso en los ambientes políticos parlamentarios, que sería
rescatada también en las islas cuando se volvió a implantar el parlamentarismo
en España tras la aprobación de la nueva Constitución que cerraba la transición
de la dictadura franquista. Nos referimos a la expresión "Cambiarse de chaqueta"
con la que señala a aquellos políticos que cambiaban, y cambian, de bando o
partido.
Hay una generalizada
creencia de que esta última expresión tiene su origen en Carlos Manuel I (1562-1630),
primer hijo y heredero del Duque de Saboya, quien acreditó su habilidad en las
erráticas alianzas entre España y Francia. Después de la guerra que mantuvo con
Francia que le había demandado la devolución del marquesado de Saluzzo que
había ocupado durante el reinado de Enrique II de Francia, inicia
conversaciones con España a finales del siglo XVI.
Diez años después (1610)
pacta con Francia un intercambio de territorio en los Alpes y con la ayuda de
las tropas francesas ataca España para liberar Alba, y casar después a su hijo Víctor
Amadeo I de Saboya en 1619 con Cristina hermana Luis XIII de Francia. Años
después, cuando los franceses ocuparon Casale Monferrato del Piamonte, durante
la Guerra de Sucesión de Mantua en 1628, Carlos Manuel volvió a aliarse con España,
alianza que rompería dos años cuando Richelieu invade el Piamonte y vuelve a
aliarse con Francia, alianza que no respetará cuando Felipe IV de España envió
dos fuerzas invasoras a Génova.
Al margen de sus
alternancias en las alianzas, se dice que la expresión nace del "jubón", algo parecido a una
chaqueta, que se dice Carlos Manuel mandó a confeccionar, de forma reversible
rojo o blanco y que distinguía a los Papistas
y Luteranos en sus enfrentamientos.
Carlos Manuel cambiaba el color de su jubón
en sus apariciones públicas cuando quería apoyar a unos u a otros según le
convenía, y del "cambiarse de jubón" surgió la expresión más
actualizada de "cambiarse de chaqueta” para los parlamentarios.
En las islas, donde los
llamados correligionarios o militantes de los partidos que surgían por doquier
en las épocas proto-liberal y liberal del siglo XIX, las diferencias
ideológicas entre algunos de estos partidos eran prácticamente inexistentes y
sus diferencias obedecían a las familias que mandaban cada bando, y así hasta
que surgió la figura de Fernando de León y Castillo que agrupó a las derechas bajo una
marca única, si bien se mantuvieron conviviendo las corrientes de las familias, y donde los correligionarios se identificaban en función de quien
garantizara su dependencia económica, su sustento alimentario.
Es conocido que la "panchona", nombre con el que
se conoce a los ejemplares jóvenes de la "salema"
(sarpa salpa), son peces habituales
de las orillas de las costas isleñas formando cardúmenes numerosos, que pueden
localizarse con relativa facilidad porque cuando mordisquean las algas para
capturar a los pequeños invertebrados que constituyen su alimento,
"viran" su cuerpo ladeándolo y reflejando sus flancos escamados la
luz solar, brillos que pueden ser detectados desde fuera del agua por un
pescador de orilla o cualquier bañista.
Ese sentido figurado del "revisarse
de la panchona" cuando come, se trasladaba al "político que cambiaba de
bando" pues se presuponía que lo hacía por garantizar sus
intereses, su sustento.
Si bien el académico
Agustín Millares Cubas no parece conociera en detalle de la costumbre de la "panchona", sí nos cuenta con
detalle del sentido de la expresión.
«Revirarse como una
panchona.- Panchona es nombre canario de un pez que tiene la singularidad
de revirarse, es decir, de voltear, bien en su natural elemento, bien en el
aire, prendido ya del anzuelo.
Si "virarse" es cambiar de opinión, de bandería, de
casaca, revirarse es hacer lo mismo con reiteración y con frescura. Por fortuna el reviramiento es fenómeno
casi exclusivo de la llamada política, y el que se revira como una panchona por
ejemplo, en el período electoral, suele ser excelente sujeto en otro orden de relaciones.
También se reviran como panchonas las personas o cosas que se
exhiben, que se prodigan, que se dejan ver con exagerada frecuencia y a las
que, según la frase vulgar, las encontramos hasta en la sopa.
A la puerta de la Iglesia de San Telmo llegaba una señora a
tiempo que salía un roncóte.
— Diga,
mi amigo, preguntó aquélla a éste. ¿Podré alcanzar alguna misa?
— ¿Misas?
En aquél caletón (el altar mayor) se están revirando como panchonas».
Pancho Guerra un siglo
después, cuando el parlamentarismo había desaparecido en España con la
dictadura franquista, sólo recoge el canarismo de «PANCHONA.- Salema (pez)
pequeña. Nombre que da el marinero a la "salema" pequeña. Es pez muy
voraz y vive en manadas o manterios (Viera cita "Salmena")».
En la actualidad conviven
ambas expresiones Revirarse como una panchona o Cambiarse de chaqueta,
dependiendo en muchas ocasiones de las edad de quien la pronuncie, aunque los
malos hábitos de los destinatarios todavía parecen mantenerse.
Hablando de panchonas, hay otro decir en las islas que reza "Mezclar
brecas con panchonas", lógica adaptación a nuestro medio natural
del castellano "Mezclar churras con merinas", locuciones adverbiales
al uso en las islas y en península por las que se recomienda no colocar en el
mismo plano temas o personas de naturaleza muy distinta.
El primero procede de los ambientes ganaderos castellanos,
que manifestaba que la lana de las ovejas merinas es más apreciada que la de las
churras, pues esta última por ser más vasta y de menor calidad. En algunos
lugares que desconocen de estos matices de la lana ovina, lo han modificando
haciéndolo inentendible: "Mezclar churros con merinos".
La
adaptación en las islas conserva su correcto significado al trasladarlo a los
ambientes pesqueros, pues la calidad y cantidad de la carne de las brecas es indiscutiblemente
muy superior a la de las panchonas.
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