martes, 15 de octubre de 2013

Con gofio y jareas hasta diez mareas





Se cree que surgió de las frecuentes hambrunas que soportaban las islas de Fuerteventura y Lanzarote entre los siglos XVII y XVIII, cuando se vivieron auténticas situaciones de calamidad pública.

La escasez de alimentos pudo ser en parte aliviada, recurriendo a aquellos alimentos que acostumbraban a llevar los pescadores en sus largos períodos de estancia en el banco pesquero canario-sahariano frente a las costas africanas, y entre estos los que más tiempo se conservaban en buen estado para su consumo eran el gofio y la jarea.

La gran hambruna provocó la migración de muchos de sus habitantes hacia Gran Canaria, que aun soportando iguales condiciones de calamidad, ofrecía mejores expectativas en los cultivos, y así familias enteras ocuparon las tierras de realengo de Artenara y Tejeda, lo que motivaría la fuerte oposición de los ganaderos con intereses contrapuestos que se quejaron a los Corregidores demandando el cumplimiento de la ley Real Pragmática de 1748 dada por Fernando VI que favorecía el uso ganadero de dichas tierras para pastos, que después denunciarían en la Audiencia.

La llegada de conejeros y majoreros preocupó tanto que el Cabildo de Gran Canaria, tomó un acuerdo que podría considerarse en cierta manera insolidario: «en sesión abierta el Cabildo grancanario y como la cuestión es grave, por poner al borde de la muerte a masas de población, recurre a consejo de teólogos y juristas. La decisión es terminante: se acuerda comunicar al Cabildo de Fuerteventura que Gran Canaria no admitirá a más emigrados de esta Isla y de Lanzarote que los tres mil que hasta el momento han llegado…».

Superadas aquellas hambrunas, en la memoria colectiva quedó este pensamiento como emblema de resistencia frente a la adversidad en la vida diaria.


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