Nos dice de aquellas situaciones que se dan en la vida por
las que cada persona hace una apuesta en busca de su felicidad, y cuando menos se
espera un golpe de mala fortuna echa por tierra todas sus ilusiones. Es por
tanto un decir que trata de prevenirnos del exceso de optimismo, que está a un
sólo paso del más absoluto pesimismo, de pasar del sabor dulce al amargo.
Cabe entender que su origen pudo estar en la situaciones
límites, y valga de ejemplo el triste recuerdo reciente de los inmigrantes africanos
muertos al intentar llegar a la isla italiana de Lampedusa. Tenían todas sus
ilusiones puestas en llegar a la "tierra
prometida", donde alcanzarían la alegría de una dulce vida, y en un
instante de la noche el fuego convierte todas sus alegrías en amargura.
En la segunda quincena del mes de agosto 1919,
aproximadamente muchos canarios iniciaban su emigración hacia otra isla, Cuba,
donde se las habían prometido muy felices. Unos subieron al vapor Valbanera en Gran Canaria, otros en Tenerife
y los últimos en La Palma, y todos, cuando dejaban atrás la isla bonita el día
21 y partían con destino a San Juan de Puerto Rico, llevaban como equipajes unas
pocas mudas para los primeros días en tierra, además de muchas ilusiones y
alegrías porque en Cuba esperaban alcanzar una vida más dulce, para ellos y
para los familiares que aquí dejaban.
El vapor trasatlántico Valbanera con
sus 122 metros de la naviera Pinillos Izquierdo, había hecho escala en las
islas procedente de Barcelona, con escalas intermedias en Valencia, Málaga y
Cádiz, y su oferta para embarcar por 75 pesetas para la travesía de Canarias a
La Habana en la clase "Emigrantes"
era irrenunciable, aunque fueran prácticamente "apilados" en los entrepuentes de las bodegas y en literas
metálicas de pisos; era la oportunidad de sus vidas, otros muchos que lo intentaron
no consiguieron el billete y quedaron en tierra. Otros, unos pocos, se colaron
como polizones.
Las incomodidades del largo y
difícil viaje comienzan a volverse dulces cuando tocan el primer puerto en
Santiago de Cuba. En aquel instante muchos canarios aunque no fuera su puerto
de destino, ya no soportan más travesía y optan por dar por terminado aquí su
viaje y tocar con sus manos las alegrías soñadas cuando el vapor descargaba las
cebollas que traía de Lanzarote. No imaginaron que fue la mejor decisión que
tomaron en sus vidas, y las saladas lágrimas que pudieran soltar por esas
cebollas se volverían días después de tristeza, pero dulces por seguir vivos.
Algunos sostienen que fue una decisión obligada, porque el vapor iba escorado y
las nubes eran amenazantes.
Cerca de cuatro centenares de
canarios decidieron seguir su travesía a su destino final, hasta el puerto de
La Habana que el billete les cubría, y donde habían depositado todas sus
esperanzas de conseguir trabajo y dinero para la familia que habían dejado
atrás. A partir de aquí las causas y circunstancias que rodearon el hundimiento
del vapor Valbanera son uno de los
secretos que guarda el mar de las Antillas. Se sabe por avistamientos de otros
barcos que el temporal de la noche del 9 de septiembre de 1919 pudo embarrancarlo
en un arenal cercano a La Habana, sin que pueda determinarse si hizo algún
intento de amarrar en el puerto; o que lo fuera por no obtener la asistencia de
prácticos dado el fuerte huracán.
Se especula que en pocos minutos
sus luces se perdieron entre la lluvia y los embates de agua del mar, y que sus
restos se descubrieron sobre un arenal sobresaliendo el palo trinquete y dos
pescantes de botes salvavidas, de donde se supone que no medió tiempo e intento
por lanzar los botes. En unos pocos instantes "Lo dulce se vuelve amargo cuando más a gusto está", a
unas pocas millas de la "tierra
prometida". No vale ni el triste consuelo de que este temporal hundió otros
seis grandes buques en sus proximidades.
Historias como esta hubo otras, no de igual magnitud, pero
todas de alguna forma han influido en ese decir. Son algo así como el "bienmesabe", que como su
propio nombre dice es de muy buen sabor, agradablemente dulce. Es la suma de los
sabores de las almendras del país, de Tejeda o Valsequillo, las yemas de huevo,
el azúcar, el limón, la canela y ese punto de agua.
Y cuando estamos saboreando esa exquisitez de sabor dulce, en
raras ocasiones cuando la mala suerte nos toca, se colapsan nuestras papilas
gustativas al cruzarse una pequeña parte de una almendra amarga, de esa variedad
del almendro silvestre llamado Prunus
Amara, de sabor extraordinariamente desagradable debido a eso que
los químicos llaman benzaldehído, por
la descomposición de la amigdalina.
Pero al margen de tanto nombre científico, en una pequeña fracción de tiempo
pasamos del apreciado sabor dulce al odiado sabor amargo, que nos destroza los músculos
risorios de nuestra cara para inmediatamente lanzar un obligado "escupitazo". No moriremos por
esa dosis, pero habremos probado el sabor de la muerte que se llevó a tantos
canarios hacia el fondo de los mares el Valbanera.
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