Si bien en su origen pudo
referirse al desplazamiento físico de las personas, por extensión se aplica a
la solidaridad. No debe interpretarse por tanto como con un rasgo de pereza del
canario, y sí como su manera de pensar forjada con el paso de los siglos cuando
se agrandaban las distancias entre el grupo social acomodado de los burgueses con
el grupo asalariado de los jornaleros, aplicado de forma generalizada al
quebranto de la confianza que pueda depositarse en la respuesta positiva a una
demanda que se hace a otra persona.
Aduce por tanto a presuponer de
antemano que aquello que se va pedir, se va denegar o ignorar, y se reacciona con
el enaltecimiento del orgullo como persona, sin incurrir en el "pecado"
del orgullo pues su prejuicio emana del perfecto conocimiento que se tiene por los
antecedentes de la otra persona. Siempre es una evaluación muy personal, en
muchos casos difícil de entender por el componente de intimidad de determinadas
parcelas de la vida.
No dice por tanto de amarguras o
frustraciones, y sí del perfecto conocimiento de los desengaños padecidos que
ha roto la confianza depositada en una persona concreta, fortaleciendo de
alguna manera su esperanza en otras de su condición, más modestas, e inclusive con
menos posibilidades.
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