Casi
con total seguridad podríamos afirmar que si a alguien se le ocurre acudir a
una ferretería y pedir una "escarpia",
salvo que excepcionalmente dé con alguien muy versado, por lo más o menos entendido
por el dependiente probablemente puede contestarle que donde venden los
terrenos inclinados es en la inmobiliaria que está en la esquina de la calle.
Dice
el DRAE que la "escarpia" es
un «Clavo con cabeza acodillada, que
sirve para sujetar bien lo que se cuelga», traducido al buen canario de "Clavo formando ángulo para colgar un espejo",
sencillamente lo que cualquier cristiano
de estas islas llamaría "alcayata",
igual a como la llamaban los árabes "alkayáṭa".
Pero
probablemente quien nos defina su mejor aplicación al género humano es Pepe
Monagas en su cuentos cuando nos dice: «Salieron,
al fin, con los cuerpos tirando a
alcayatas, sirviéndose de los horcones mutuamente, avanzando dos pasos y
reculando cuatro».
Como
se contaba normalmente "cayeron
rodando por la cuesta pa' bajo y se quedaron como alcayatas", que será
más explicado en el informe del barbero, permanente aspirante a practicante en
el pueblo que les socorrió: "se doblaron
sobre sí mismo por el pertigazo y se quedaron con un dolor imposible que no hay
quien les enderece".
Pero
no sólo los que caían se quedaban como "alcayatas",
pues hubieron otros como el reconocido luchador Gregorio Rodríguez "El Volquete" quien al bregar con
su maña característica se hacía una auténtica "alcayata" cuando tumbaba y volcaba al contrario, con la
que daba en tierra con luchadores de mayor envergadura. Se rindieron los
seguidores ante su acreditada habilidad que hacía perdurar aquello de "el grande cayó, el chico ganó",
y así el grande en este caso se llevaba el "alcayatazo". Su imagen fue portada del
reglamento de la Lucha Canaria en los años 80 del pasado siglo.
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