Este refrán es sin duda una
adaptación canaria de aquel foráneo que dice "Tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le amarra la
pata". Es conocido que antes de la llegada de los castellanos, tan
sólo existía en las islas ganado menor (cabras, ovejas y cerdos), y será a
partir de la conquista cuando se introducen en el archipiélago determinadas
especies de ganado mayor (vacas, caballos, burros y dromedarios), absolutamente
desconocidos en la sociedad prehispánica.
Las referencias documentales que
se tienen es que buena parte de este ganado mayor se encomendó al cuidado de algunos
esclavos moriscos capturados en las vecinas costas de África, dado que los
naturales no conocían de su cuidado. Desde los primeros años de la conquista se
tiene noticias de un escaso ganado vacuno, que dio lugar a dos oficios
conocidos: "boyero" y "vaquero". Los primeros
pastoreaban de día los bueyes, y los segundos las vacas de día y de noche, no pudiendo
en ningún momento separarse de las vacas, salvo para ir a buscar de comer, y se
hacían responsables de los daños que causasen en las dehesas y en los cultivos
de "pan sembrar"
(cerealeros), y si una vaca moría, tenía que probar al amo la pérdida de la res
"con el hierro o con la señal o con un pedazo del parramento", o de lo
contrario, habrían de pagar la vaca.
La vaca despertó un cierto
cariño maternal, no sólo por ser el animal que mayor cantidad de leche aporta a
los seres humanos, sino porque el pastor convivió con ella día y noche, y le
mostraba todo su cariño luchando por mantenerla con vida. La costumbre
ancestral en las islas es que una vaca era llevada al matadero sólo cuando ya
estaba mayor y no daba la cantidad de leche esperara. Eso sí, aprovechaban de
ella su carne, muy dura como muchos recordamos.
Probablemente esta convivencia
que a lo largo de los siglos mantuvo el pastor con su vaca, velando por su
pervivencia, influyó en el ánimo del canario para enmendar el refrán foráneo y
sustituirlo por el que en las islas conocemos, que hace referencia a la
corresponsabilidad que había en el ordeño, entre quien ordeñaba la vaca y quien
mantenía la "lata" para
recoger la leche. En Canarias no es habitual amarrar las patas a la vaca cuando
se ordeña, y si bien hay muchos pastores auténticos artistas, autosuficientes
para mantener la "lata" con
sus piernas, otros muchos precisaron que se la mantuvieran, no fuera que la
vaca le diera una patada y tirara la leche.
El cierre final de la sentencia
con la palabra "lata",
además de buscar cierta rima, nos aproxima a los "baldes": «recipiente de metal u otra materia, en
forma de cono truncado invertido y con un asa central que une los dos puntos
más distantes de la circunferencia del borde superior», que eran fabricados
artesanalmente por los "latoneros".
La generalización del decir a la
sociedad, es muy clara. Dice que tanta culpa tiene el que comete un acto
dañino, como el colaborador necesario que lo consiente , lo instiga, o lo
ordena, pues en todos anida el deseo de cometerlo. Actualmente, en el
pensamiento de todos están aquellos que han mantenido la "lata", y que pretenden "escaquearse", como por aquí decimos, y que son
cómplices: Participantes o asociados en crimen o culpa imputable a dos o más
personas.
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