jueves, 28 de noviembre de 2013

Cada uno sabe las cabras que guarda




El cabrero que se precie de serlo, la primera norma no escrita que tendrá aprendida es que "Cada uno sabe las cabras que guarda", sabiduría que habrá alcanzado de tanto mirar con "veinte ojos" para todos lados, para conocer en cada momento donde está cada animal, que hierbas y matos come, pues conoce que todo lo que comen tiene veneno y remedio, y si enferman por lo que comen, de la misma hierba hirviéndola  hay que sacar el remedio, sin sacar el veneno y así administrar el antídoto al animal.


Observará si está "asoplada", porque su "barriga" se pone dura y la cabra se "enguruña", que no tengan "cagalera" para remediar con urgencia, o bien "pataleta" o "catarro" por beber aguas calientes o salobres y "se ponga triste, erizada y sin comer"; que no tenga "nubes en los ojos" o "mal de ojos", o que tenga "la madre salida", e incluso si el color de las "teteras" es blanca o amarilla, o si se ha dado golpes en la boca, se la ha picado con zarzas, o tiene las muelas picadas. 

Distinguirá las "secas" por no haber parido, de las paridas, y si la cría está con su madre o las madres están cargadas de leche por haber perdido a sus crías.


Aunque esté sentando apaciblemente aparentemente descansando, estará en permanente observación, vigilando a sus cabras, sin que lo podamos apreciar, sin que le podamos distraer. Por ello puede adverar que conoce a cada uno de ellas, no sólo  por el color de su piel, sea blanca, baya, rubia, rosilla, melada, colorada, endrina, loba, parda o negra.


Conocerá además de cada una de las cabras hasta el más mínimo detalle por sus especiales características o manchas, como molinera, gamba, mermellada, pipana, berrenda, collarbo, sazonada, gacela, mulata, enlapada, jovera, florida o blandesa,.... y ello permitirá echarla en falta cuando no la tenga a la vista.

Probablemente a cada una de ellas la tenga puesto un nombre propio por algún detalle o circunstancia con ella vivida, nombre que guardará íntimamente en un rincón de su memoria, con el que se dirigirá a ella cuando la ordeña o la cura, en esa particular relación de cariño que mantiene el cabrero con sus cabras. Probablemente sólo lo conocerá su sucesor en el noble hacer, a quien irá enseñando como cabrero las mismas lecciones que él recibió de su padre.


Este pensamiento permanente puesto en sus cabras, migró desde los ambientes pastoriles hasta el ámbito de la familia, y no era extraño oír de los padres este decir, que en ningún caso era despectivo para con la familia de la que son mantenedores por compararlos con "cabras". Cuando así lo manifiestan, es porque conocen de cada uno de los miembros de su familia, cómo piensan, sienten y padecen, igual que conoce el cabrero de sus cabras. Y primordialmente, de cómo se comportan en sociedad, sin que guarde relación alguna con su condición económica y sí con su forjada condición humana, lo que permitirá defender hasta la extenuación a cada uno de sus miembros. Ejercen por tanto con la mayor dignidad la absoluta tutela y exigencia de respeto hacia las personas de su familia.

Este conocimiento de su familia les facultará para saber de sus defectos, los cuales intentarán enmendar dentro del ámbito de la familia, evitando siempre cualquier reprimenda o reparo ante terceros ajenos. Este proceder engrandecerá su condición de "patriarca" o "matriarca" según se trate.

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