jueves, 14 de noviembre de 2013

Conoce a la burra por los peos




A lo largo de la historia de siglos se fue forjando el campesinado canario. Vivía de las labores del campo, de su "cacho de tierra", como campesino independiente enarbolando su espíritu de libre iniciativa que tanto molestó a las élites dominantes insulares que en muchas ocasiones intentaron doblegarla. Fue ese espíritu de libre iniciativa el que le impulsó en los tiempos difíciles a buscarse la vida más allá de los mares, trabajando duro en la emigración "llenando la bolsa", con el constante recuerdo de aquello que en las islas había dejado para volver como indiano.

Pocos conocieron del alfabeto, por su baja condición social, y todo el peso de su cultura fue oral. Trabajaba la tierra de sol a sol, sin levantar la cabeza, escuchaba los sonidos de la naturaleza, de los animales, para conocer si venían las lluvias o los calores. En la soledad del campo llegó a distinguir a sus vecinos por su "cloquío", pues además del mestizaje de lenguas, su paciente escuchar  le permitía conocer el timbre de la voz de cada uno de ellos, porque distinta era la caja de resonancia de cada uno. Como buen observador sabía que el "cloquío" de un hijo o hija se parecía al de su padre o madre, porque adivinaba que también se parecerían sus cajas de resonancia.

Y la influencia de su campesinado la trasladó a este decir, pues llegó a conocer de su inestimable compañera en las labores: la burra. Si padecía de mal de amores por falta de compañía, o de ardores por su inflamada panza llena de lombrices que necesita purgar, o si rebuznaba cuando sus dientes ya no trituraban la paja.

Pancho Guerra contó muy bien lo que significaba: «CLOQUIDO.- Se dice del metal timbre de voz de una persona. (El isleño que oye hablar a alguien y sin verlo lo descubre por su acento peculiar, “lo ha sacado por el cloquido”. También se dice, que “conoce a la burra por los peos”. El antecedente de esta voz es, sin duda, el “cloquear” castellano)». 

Y así fue como nuestro campesino, conocía por las ventosidades a su burra, y por el "cloquío" a las personas que le hablaban mientras el no levantaba la cabeza para no dejar de trabajar la tierra, o quién era "el padre de la criatura" con aquel igual "cloquío".
 

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