Si han habido malos
oficios que a lo largo de los siglos han
perdurado fueron los que ejercían y ejercen de murmuradores, agazapados detrás
de una puerta o ventana no perdían el mínimo detalle de la vida de sus vecinos
para luego convertir cualquier pequeño hecho en el más grande de los
acontecimientos del pueblo, poniendo en duda el buen honor de quien se hable.
El DRAE aporta como
primera acepción del verbo "murmurar"
una definición que a cualquiera nos pintaría una lienzo con el más bello y
pacífico paisaje natural «Dicho de la corriente de las aguas y
también del viento, de las hojas de los árboles, etc.: Hacer ruido blando y
apacible». Si se tratara de una obra de arte e intentáramos identificarla,
muchos coincidiríamos en pensar en cualquiera de Los Nenúfares que el impresionista Claude Monet pintó allá por los
últimos años de su vida en su jardín de Giverny. Todos trasmiten paz,
tranquilidad, serenidad, sosiego,...,
Por contra, cuando reparamos
en la acepción coloquial del mismo verbo "murmurar",
nos dice «Conversar en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones», de donde la imagen se vuelve tenebrosa
y nos trasmite violencia, intranquilidad, enfrentamiento, desasosiego,...
A
estos personajillos de ambos sexos que practicaban la murmuración, de interpretar un bello paisaje como un infierno,
convirtiendo un pequeño detalle visto -léase
"escama"- en un imaginado gran
escándalo social -léase "sama"-, en el siglo XIX les
llamaban GOLEDORES, de los que Agustín Millares Cubas dice:
«Viene de "goler", deformación poco elegante del verbo
"oler", el cual así desfigurado significa curiosear, fisgonear. Un
goledor es un curioso indiscreto y algo malévolo, Que observa y escudriña con el propósito de criticar, de encontrarlo todo
mal. Los que por ejemplo no están invitados a una boda y sin embargo se
meten en la Iglesia, van de goledores».
De
este personajillo que ejercía la acción de GOLIZNIAR nos dice al siguiente
siglo Pancho Guerra que es «Husmeador,
entrometido. Cotilla, "amigo de
meter las narices en vidas y peripecias ajenas" para luego alegar, o
criticar, exagerando».
Será
por boca de su protagonista Pepe Monagas como nos dé más señas de tales padecimientos:
« ...maestro Juan Santana tenía una
niña criticada. La verdad que por boberías. Como era única y sacaba la vena
inquieta y trepadora de su padre, la chiquita cogió vuelo en su inclinación
pajarera. No era fea y tenía hasta su reburujón.
Le tiraban los militares y se dejó
querer de uno que, porque en su tierra de más allá del mar se estilara, o
porque fuera sobajiento de por sí, cuando la despedía en la puerta, arrente de
Oraciones, le cogía la mano y se la masajeaba así como dos minutos y medio
-nunca llegó a los tres, porque hubo quien, desde una ventana de enfrente,
cronometró la soba al segundo-.
Luego, en dos o tres ocasiones, la
vieron entrar en casa después de las ocho dadas por la Catedral. La cogieron en lenguas y hasta le dieron su
dones, todo de boquilla y soplando la rana, porque ya sabe usted que aquí la gente de una escama hace una sama».
Con
toda lógica, la exagerada sama y ofensa
levantada sobre la hija de Juan Santana desataría la furia paternal contra los
cotillas "goledores":
iBandíos, hijos de mala madre,
berringallos de los infiesnos! -gritó tremendamente encochinado-.
iA mi hija no le abrocha un broche
ningún comemierda de los que están áhi debajo... ! iTenía que ber tenío una
escopeta y fajar a tiros con toas ustedes, maná sorroballos, pa que fueran a
cantasles a sus madres di ustedes... !
¿Y el monisipal, qué... ? iDe monifato
está, por los modos! ¿Pa qué quiere la autoriá y la macana que le han dao.. .?
¿Pa caldo? iSe conose...!
Pero mañana van a saber ustedes quien
es Juan Santana! ¡Todos, la inclusive el papagüevos -porque no es más que eso: un
desgrasiao papagüevos- que tienen aquí de monisipal!
Por la Sama tengo debilidad y hacer una Sama de una escama, ya lo he comentado en otra ocasión, me parece buenisimo, muy Canario. Gracias Humberto
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