domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Qué burro se irá a morir?




La tradicional psicología del canario, probablemente consecuencia del aislamiento de siglos al que se vio sometido, le obligaba a poner en duda todas aquellas noticias positivas o favorables que le pudieran llegar desde la metrópoli madrileña.

No podía esperar otro triste devenir, después de siglos en que quien trasladaba sus demandas al gobierno central siempre estuvieron mediatizadas por gobernadores y corregidores, que en muchas ocasiones llegaban a las islas nombrados desde Madrid, y muchos lo hacían pensando en su rápida vuelta sin requerir muchos esfuerzos en favor de las islas para no cercenar sus personales expectativas. Y cuando alguna demanda era remitida, o se perdían en el largo viaje de ida, o en el de la vuelta, pues nunca llegaban.

Será a comienzos del siglo XIX, concretamente en 1808, cuando se derrumbaban los pilares que sostenían el llamado Antiguo Régimen y emergen los primeros síntomas proto-liberales que destronan a Fernando VII, cuyas noticias son conocidas en las islas por los gobernantes y militares establecidos.

Es en este nuevo escenario donde por primera vez se sientan representantes de las islas en las Cortes de Cádiz. Serían elegidos en 1810, Pedro José Gordillo y Ramos, diputado por Gran Canaria, y en 1811, Santiago Key y Muñoz, diputado por Tenerife, Fernando Llarena y Franchy, diputado por La Palma, y Antonio José Ruiz de Padrón, diputado por Lanzarote, Fuerteventura, Gomera e Hierro. Salvo el tercero que era funcionario del Crédito Público, los otros tres, religiosos de profesión.

Las esperanzas puestas en la elección de los cuatro canarios se vendrían abajo cuando comenzaron a batirse entre ellos por la ubicación de la "capitalidad" y de la sede de la Diputación Provincial, las pugnas por la Audiencia de Canarias o por la creación de la Universidad. Entre tanta discusión entre islas, y entre La Laguna y Santa Cruz, se despreocuparon por las verdaderas demandas de la clase social más necesitada, y como el tiempo pasa, se produce el restablecimiento del absolutismo por el regreso a España de Fernando VII, que terminaría después con el inicio del Trienio Liberal en 1820.

A partir de ahí, se iniciarán nuevamente falsas expectativas con distintos diputados canarios, pero cada vez estaría más lejos la metrópoli, de tal forma que cuando llegaba a las islas una supuesta o sorprendente noticia favorable, lo que se oía por sus calles era este decir "¿Qué burro se irá a morir?" , pues daba igual uno, que otro. Sencillamente, costaba creer después de tanto padecer, noticias que pudieran ser consideradas como insólitas, raras, extraordinarias, inauditas, desacostumbradas, extrañas, atípicas y distintas a cualquier otra que de forma real y natural resultaban fiables. Y así se generalizó cuando se anunciaba, y se anuncia, cualquier cosa sorprendente, antes y ahora.


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