viernes, 22 de noviembre de 2013

Como saifía en trasmallo



La saifía es una pez que tiene su hábitat atlántico desde el Golfo de Guinea hasta el Cabo Finisterre en Galicia, y es conocido en la península como mojarra, científicamente Diplodus vulgaris. Viera y Clavijo describió al congrio y la saifía, de escasos parecidos físicos, probablemente al tomar las referencias del portugués por la similitud de los nombres comunes safio, "pequeno congro", y seifia, "peixe labróide", respondiendo este último al nombre común con el que se conoce en la cercana Madeira. 

En las islas se dan pequeñas variantes a su nombre común, inventariando el filólogo Manuel Alvar los siguientes: saifío (Caleta del Sebo, Barlovento, Puerto de la Estaca), saifía (San Sebastián, Puerto Santiago, Santa Cruz de la Palma y Restinga), seifío (Arrecife), seifía (Las Palmas), silfío (Puerto del Rosario), sefía (Mogán). Pancho Guerra registra como grancanarias dos de las anteriores variantes: «Seifía.- Pez parecido a la galana y la mugarra. V. t. Saifía», si bien hay que advertir su confusión de mugarra, nombre con el que se conoce un farrallón calcáreo situado en el Parque Natural de Urkiola al sudeste de Bilbao, con la mojarra castellana. En cuanto al origen del nombre, se sostiene que puede ser un portuguesismo, variante del tomado prestado del asiaf de los pescadores berberiscos.

La Academia Canaria de la Lengua aporta la información, así como la expresión recogida que se cita, para la entrada «seifía (Diplodus vulgaris) Especie de sargo muy común en las aguas canarias, que puede alcanzar hasta los tres cuartos de kilo. Se caracteriza por tener una lista transversal de color negro en la base de la cola, otra entre la cabeza y el tronco, y delgadas líneas horizontales de color amarillo a lo largo del cuerpo. Vive solitario o en pequeños grupos, entre los diez y los treinta metros de profundidad, sobre fondos rocosos, rocosos arenosos y sebadales. 'La mejor carnada para la seifía es la jaquilla y el juyón'. En algunas zonas de Canarias se conoce también con el nombre de seifío». 

Aclaradas las posibles dudas que pudieran plantearse por los distintos nombres que recibe en las islas este pez, en cuanto al sentido del decir Pancho Guerra aporta el siguiente «Denota pelea por salir de un compromiso o alguna encerrona de la vida». Nos aproxima por tanto a la situación en que queda una seifía cuando queda capturada en el trasmallo intentando liberarse. Sorprende un tanto la elección de este pez para el decir, pues cualquiera otros de los distintos sargos tienen igual comportamiento cuando son atrapados por el trasmallo.

Pudiera que la elección de este pez lo sea por el parecido fonético con el verbo Zafar, más concretamente con el seseo canario "safar", del cual el DRAE nos aporta dos acepciones muy ajustadas a la acción que nos ocupa, y una de ellas al uso coloquial en la América de habla hispana: «4. intr. coloq. Arg., Cuba y Ur. Desentenderse, librarse de un compromiso o de una obligación. 5. prnl. Escaparse o esconderse para evitar un encuentro o riesgo». 

El léxico de las islas tiene además dos verbos que se aproximan muy bien al escenario que nos describe el decir en las explicaciones que nos aporta también Pancho Guerra bastante ilustrativas: 

«ATABICAR.- Atrapar a uno cerrándole el paso; cogerlo entre la espada y la pared, a veces para ejercer una acción violenta, en otras ocasiones creando una enojosa situación social. Un isleño puede llevar prisa: no es corriente, pero sí posible. Si en una de estas circunstancias excepcionales se tropieza en la calle con un latoso adhesivo, uno de estos ciudadanos que se pegan como lapas del atosigado tiempo del prójimo, trabados en una conversación banal e impávidos ante la destemplada inquietud, así como “de moscas de caballo”, de su víctima, ésta dirá al cabo, explicando con cierta irritación su tardanza: “Me atabló Fulano en la esquina... que si no lo dejo con la palabra en la boca, allí me coge la noche”. También se atabica a un enemigo cuando se lo espera al acecho, para castigarlo, en lugar sin retirada».

«ATRANQUILLAR.--Atrapar o entrampar a una persona o animal fugitivos. Dar a alguien una tabarra estorbándole tenazmente el escape. Trabarse los candados y otras cerraduras no cediendo al juego de la llave. Va un ejemplo de Ia segunda acepción, muy semejante a atabicar); “Me atranquilló el ‘tabarriento’ de Mengano... i que por poco no me larga!“». 

Los irónicos comentarios que ofrece Pancho Guerra nos describen la escena que puede darse entre los humanos que justificarían el decir. Tampoco debe entenderse este atributo como exclusivo del género masculino, dado que la saifía a lo largo de su vida, presenta los dos sexos, primero macho y después hembra, como todos los miembros de la familia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario