martes, 12 de noviembre de 2013

De las doce a la una corre la mala fortuna




Los decires también contaban y advertían sobre las antiguas creencias sobre brujería, adivinación y sortilegio que se dieron particularmente entre 1550 y 1750, alcanzando su esplendor en el siglo XVI según se desprende de los archivos del Tribunal de la Inquisición. No parece que tengan su sustento en las costumbres indígenas canarias, que pudieran circunscribirse a los "tibicenas" que pueden tener sus raíces en los ogros o "bestias salvajes de carácter caníbal" de los bereberes.

Si parece que la brujería canaria es marginal, a pesar del número de causas abiertas por la Inquisición, más debidas a su secular obstinación por este tema que a la realidad, y si parece fue consecuencia de la propia subordinación a la cultura introducida por los conquistadores y en particular de las traídas por los esclavos negros. No se trataba por tanto de aquelarres, ni cultos al demonio, no considerando como tales las invocaciones demoníacas sobre ciertas jerarquías como brujas, maestras, oficialas, neófitas, etc., alusivas a reuniones nocturnas, sobre "volar de noche" después de untarse el cuerpo o los sobacos con extraños ungüentos.

El conocimiento más o menos profundo por la población de las islas, sí motivó determinadas precauciones y temores fundamentados en lo que se contaba boca a boca y en el temor de los acontecimientos vividos por vecinos, más producto del miedo y la imaginación que de la realidad vivida, pues no resultaría extraño que en determinados casos estuvieran asociados a las propias indigestiones por el consumo de extraños órganos o vísceras sanitariamente no recomendadas, o por los efectos alucinógenos de algunas desconocidas semillas.

Quizás lo que más trascendió fue el respeto a las llamadas "brujas" por sus influencias malignas sobre las personas, pues los conjuros benignos para obtener riqueza, amores y salud eran bien aceptados y guardados en el más absoluto de los secretos. El musicólogo Lothar Siemens comenta en uno de sus estudios que este antiguo decir llevado a una copla guarda relación con esas antiguas creencias malignas y sus salvoconductos en los caminos de las Tirajanas.

«La creencia general es que las brujas realizan sus actividades maléficas entre las doce en punto de la noche y la una de la madrugada. Quienes entre doce y una se encuentran aún en camino, están sujetos al riesgo de perderse, de despeñarse o de ser testigos de escenas diabólicas producidas por las brujas, que a esas horas se reúnen.

Con relación a esta creencia vale la pena entrar en detalles. Cuando un individuo, a la hora de las brujas, se encuentra con algún impedimento en el camino (que su burro no quiere seguir andando, que ha perdido inexplicablemente su rumbo, etc.) y oye unas burlas y carcajadas que llenan el aire, ha de marcar una cruz en el suelo y clavar en el centro un cuchillo: al punto aparecerá allí presa, desnuda como Dios la trajo al mundo, la hechicera que le está impidiendo su camino. Con ella ha de negociar, y no soltarla hasta haberle arrancado la promesa de que lo dejará tranquilo».

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