Los decires
también contaban y advertían sobre las antiguas creencias sobre brujería,
adivinación y sortilegio que se dieron particularmente entre 1550 y 1750,
alcanzando su esplendor en el siglo XVI según se desprende de los archivos del
Tribunal de la Inquisición. No parece que tengan su sustento en las costumbres
indígenas canarias, que pudieran circunscribirse a los "tibicenas" que pueden tener sus raíces en los ogros o "bestias salvajes de carácter
caníbal" de los bereberes.
Si
parece que la brujería canaria es marginal, a pesar del número de causas abiertas
por la Inquisición, más debidas a su secular obstinación por este tema que a la
realidad, y si parece fue consecuencia de la propia subordinación a la cultura introducida
por los conquistadores y en particular de las traídas por los esclavos negros.
No se trataba por tanto de aquelarres, ni cultos al demonio, no considerando
como tales las invocaciones demoníacas sobre ciertas jerarquías como brujas, maestras, oficialas, neófitas,
etc., alusivas a reuniones nocturnas, sobre "volar
de noche" después de untarse el cuerpo o los sobacos con extraños ungüentos.
El
conocimiento más o menos profundo por la población de las islas, sí motivó
determinadas precauciones y temores fundamentados en lo que se contaba boca a
boca y en el temor de los acontecimientos vividos por vecinos, más producto del
miedo y la imaginación que de la realidad vivida, pues no resultaría extraño
que en determinados casos estuvieran asociados a las propias indigestiones por
el consumo de extraños órganos o vísceras sanitariamente no recomendadas, o por
los efectos alucinógenos de algunas desconocidas semillas.
Quizás lo que más trascendió fue el respeto a las llamadas "brujas" por sus influencias
malignas sobre las personas, pues los conjuros benignos para obtener riqueza,
amores y salud eran bien aceptados y guardados en el más absoluto de los
secretos. El musicólogo Lothar Siemens comenta en uno de sus estudios que este
antiguo decir llevado a una copla guarda
relación con esas antiguas creencias malignas y sus salvoconductos en los
caminos de las Tirajanas.
«La creencia general
es que las brujas realizan sus actividades maléficas entre las doce en punto de
la noche y la una de la madrugada. Quienes entre doce y una se encuentran aún
en camino, están sujetos al riesgo de perderse, de despeñarse o de ser testigos
de escenas diabólicas producidas por las brujas, que a esas horas se reúnen.
Con relación a esta
creencia vale la pena entrar en detalles. Cuando un individuo, a la hora de las
brujas, se encuentra con algún impedimento en el camino (que su burro no quiere
seguir andando, que ha perdido inexplicablemente su rumbo, etc.) y oye unas
burlas y carcajadas que llenan el aire, ha de marcar una cruz en el suelo y clavar en el
centro un cuchillo: al
punto aparecerá allí presa, desnuda como Dios la trajo al mundo, la hechicera
que le está impidiendo su camino. Con ella ha de negociar, y no soltarla hasta
haberle arrancado la promesa de que lo dejará tranquilo».
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